Vi la segunda película de los Juegos
del Hambre el sábado. Justo al salir del cine, Abdiel y yo comenzamos a
platicar algunos temas que en apariencia nos sugiere la historia. No estoy
segura que las películas o la novela misma se hayan escrito con esos temas al
centro, por lo que comparto principalmente mis reacciones, sin el intento de
imponer mis ideas a la novelista o el guionista de cine. Aquí va: Lo primero que observé fue la Esperanza, rodeada de resistencia y sacrificio. Percibí una crítica al sistema global: a la pobreza
rampante, la injusticia social, el pan y circo de los medios de comunicación y
la normalización de la violencia. Los paralelismos con la realidad sugieren a
nuestra imaginación pensar sobre nuestros contextos. El tema del amor, aunque
un tanto romántico e idealizado, también está presente; su fuerza para inspirar
aparece como el motor de las rebeliones.
En la segunda película yo estaba más
sensible al tema de la Resistencia y la
Resiliencia del ser humano. La primera en las maneras que podemos hacer
frente a los grandes monstruos que gobiernan el mundo bajo sistemas, gobiernos
o corporaciones, y la segunda en la capacidad para reponernos del dolor y
encontrar esperanza. Tenía presente las maneras que los cristianos en el primer
siglo enfrentaron al Imperio Romano a
través de decisiones sencillas y cotidianas que fueron minando las bases mismas
del Imperio fundado en la desigualdad del ser humano. Y pensaba también en lo
que permitió la vida y el fortalecimiento de los seguidores de Jesús, pese a la
condena que llevó a muchos y muchas a la Arena pública a morir como entretenimiento
para el pueblo.
En el Nuevo Testamento no nos habla de cómo hacer una revolución y acabar
con la opresión, pero la vida que ofrece, el amor que modela y la igualdad que
declara, son siempre una afrenta para aquellos (aún si llevan el nombre de
iglesia) que abusan de poder, se sirven del débil y mantienen en ignorancia a
las mayorías. Me gusta cómo mucho de esto se comunica
a través de relatos e historias en la vida de Jesús, se encarna en diferentes
culturas y realidades en el libro de los Hechos y se desafía a comunidades e
individuos a vivir en esta nueva vida con todas sus implicaciones familiares,
políticas y sociales.
Vi en la película la relevancia de
algunos de éstos temas y me animó pensar que aún si es tan sólo una historia novelesca,
ésta nos ofrece una posibilidad de redención. Incluso nos apunta al amor y el
sacrificio como vías para la salvación. La gente no es perfecta, pero son
capaces de algo bueno. Sin embargo, al salir de la película con un “buen sabor de
boca”, reconozco que su propuesta no es popular en la vida real. Podemos aplaudirlo
en el cine y ser fascinados por su posibilidad, pero en lo cotidiano nuestro
mundo ni lo elogía ni lo imita. No nos gusta la idea de ser siervos, de amar
hasta darlo todo, de sufrir por no acomodarnos al status quo o que otros
piensen que somos unos tontos porque no corremos como locos buscando sacar
provecho de “todo lo que nos ofrece la vida”.
¿Por qué nos sentimos fascinados por
estos valores, pero no los vivimos? ¿Dónde está el problema? ¿Por qué aún si
reconocemos que el amor, la igualdad, la integridad, la humildad y el servicio
son revolucionarios no lo practicamos en nuestro contexto inmediato: con la
familia, los vecinos, u otros que nos molestan o lastiman?
*Algunas
aclaraciones: En este escrito no pretendo un análisis de cine ni una crítica
elaborada de su argumento. De hecho, no he leído las novelas, y estoy
refiriéndome específicamente a las dos películas que han producido para el cine
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