Hoy tuvimos un estudio familiar. Desde hace meses había propuesto que apartáramos un tiempo especial para estudiar la Palabra juntos. Lo hicimos esporádicamente, pero no le di seguimiento. Hoy nos visitaron unos amigos, a quienes Dios nos los ha regalado como familia y tuvimos un tiempo especial alrededor de la mesa, con una rica comida al horno, postre y sabrosas bebidas, como es tradición en casa.
El pasaje fue Marcos 6:45, cuando Jesús camina sobre las aguas y va al encuentro de los discípulos que se encuentran batallando, mientras reman contra el viento. Jesús se encuentra con ellos, pero ellos se asustan, gritan, tienen miedo, hasta que Jesús no les habla, los traquiliza y se sube a la barca con ellos. El pasaje nos puede llevar a muchas cosas, a detenernos en varios detalles que Marcos señala, sin embargo esta vez quiero escribir sobre las reflexiones que surgieron a partir del estudio. Realmente me hicieron pensar sobre el tiempo que paso con mis papás, y si realmente me detengo para escucharles y acompañarnos en este caminar con Jesús.
Creo que no he hecho el espacio para pasar tiempo con ellos alrededor de la mesa y con la Palabra. Somos muy cercanos, nos platicamos muchas cosas, pero a veces nosé cómo están entendiendo los acontecimientos de la vida, cómo hacen frente a sus luchas, qué les duele o qué los hace gozarse. Mis papás reciben a mucha gente durante la semana y especialmente el fin de semana, abren su casa, sus historias, su refri y sus corazones para mis amigos, que algunos son como hijos. Veo cómo crecemos como familia, cuando dejamos de lado nuestra "comodidad" para hacer a otros partícipes de nuestros tiempos...Ha sido una experiencia de ver a la familia crecer, a Dios proveer y de una casa que se convierte en hogar de muchos.
Pero, volviendo al tema del estudio, las preguntas que surgieron se encaminaron al sufrimiento.... ¿Cómo entenderlo? ¿Cómo concebir el dolor, las tentaciones y las carencias con la vida cristiana? ¿Cómo articular la idea de un Dios bueno y Padre amoroso con la realidad del dolor y las injusticias que vivimos? Y es que en tantos círculos cristianos, la teología de la prosperidad y el pensar que un cristiano no va a sufrir ni padecer, ha afectado nuestra idea de Dios y de la vida. Luchamos también, con la idea de que Dios nos castiga ante toda falta y que todo dolor o sufrimiento debe ser un castigo... perdemos de vista la Gracia de Dios. Que si bien, Dios es justo, él también es quien justifica. Y sí, nuestro pecado merece disciplina de Dios, pero también reconocemos la realidad que es vivir en un mundo caído, donde el pecado de otros y el propio, tiene consecuencias nefastas que atentan contra la vida. No estamos exentos.
La Biblia no promete que no seremos tocados, pero sí nos habla de un Dios que tiene cuidado de nosotros, que es soberano, que es bueno, que dio su vida por nosotros... Y nos dice cómo vivir en un mundo caído, aún bajo sus consecuencias, bajo carencia, sufrimiento y persecución, sin perder el gozo y la esperanza que hay en él, por el Evangelio. Recuerdo un par de frases de Lindsay Brown en el campamento nacional de Compa: "La marca de la madurez no es la abundancia, sino el contetamiento." y "La marca de una gran fe no es liberación, sino fidelidad en medio de la adversidad." Basados en Filipenses 4 y Hebreos 11, respectivamente. ¡Cómo nos hace falta hablar de esto, tocar estos temas y decírselos a aquellos a quienes les compartimos el Evangelio! Porque debemos hablar de nuestro Dios presente en medio del sufrimiento, que habla cuando hay dolor y que consuela. No podemos huir de ello, no podemos vender la idea de inmunidad, debemos ayudar a que otros conozcan a Jesús y vean su poder, crezcan en confianza y reciban su Gracia. Sólo su Gracia nos permite hacer frente a la vida, con gozo y esperanza...
El pasaje fue Marcos 6:45, cuando Jesús camina sobre las aguas y va al encuentro de los discípulos que se encuentran batallando, mientras reman contra el viento. Jesús se encuentra con ellos, pero ellos se asustan, gritan, tienen miedo, hasta que Jesús no les habla, los traquiliza y se sube a la barca con ellos. El pasaje nos puede llevar a muchas cosas, a detenernos en varios detalles que Marcos señala, sin embargo esta vez quiero escribir sobre las reflexiones que surgieron a partir del estudio. Realmente me hicieron pensar sobre el tiempo que paso con mis papás, y si realmente me detengo para escucharles y acompañarnos en este caminar con Jesús.
Creo que no he hecho el espacio para pasar tiempo con ellos alrededor de la mesa y con la Palabra. Somos muy cercanos, nos platicamos muchas cosas, pero a veces nosé cómo están entendiendo los acontecimientos de la vida, cómo hacen frente a sus luchas, qué les duele o qué los hace gozarse. Mis papás reciben a mucha gente durante la semana y especialmente el fin de semana, abren su casa, sus historias, su refri y sus corazones para mis amigos, que algunos son como hijos. Veo cómo crecemos como familia, cuando dejamos de lado nuestra "comodidad" para hacer a otros partícipes de nuestros tiempos...Ha sido una experiencia de ver a la familia crecer, a Dios proveer y de una casa que se convierte en hogar de muchos.
Pero, volviendo al tema del estudio, las preguntas que surgieron se encaminaron al sufrimiento.... ¿Cómo entenderlo? ¿Cómo concebir el dolor, las tentaciones y las carencias con la vida cristiana? ¿Cómo articular la idea de un Dios bueno y Padre amoroso con la realidad del dolor y las injusticias que vivimos? Y es que en tantos círculos cristianos, la teología de la prosperidad y el pensar que un cristiano no va a sufrir ni padecer, ha afectado nuestra idea de Dios y de la vida. Luchamos también, con la idea de que Dios nos castiga ante toda falta y que todo dolor o sufrimiento debe ser un castigo... perdemos de vista la Gracia de Dios. Que si bien, Dios es justo, él también es quien justifica. Y sí, nuestro pecado merece disciplina de Dios, pero también reconocemos la realidad que es vivir en un mundo caído, donde el pecado de otros y el propio, tiene consecuencias nefastas que atentan contra la vida. No estamos exentos.
La Biblia no promete que no seremos tocados, pero sí nos habla de un Dios que tiene cuidado de nosotros, que es soberano, que es bueno, que dio su vida por nosotros... Y nos dice cómo vivir en un mundo caído, aún bajo sus consecuencias, bajo carencia, sufrimiento y persecución, sin perder el gozo y la esperanza que hay en él, por el Evangelio. Recuerdo un par de frases de Lindsay Brown en el campamento nacional de Compa: "La marca de la madurez no es la abundancia, sino el contetamiento." y "La marca de una gran fe no es liberación, sino fidelidad en medio de la adversidad." Basados en Filipenses 4 y Hebreos 11, respectivamente. ¡Cómo nos hace falta hablar de esto, tocar estos temas y decírselos a aquellos a quienes les compartimos el Evangelio! Porque debemos hablar de nuestro Dios presente en medio del sufrimiento, que habla cuando hay dolor y que consuela. No podemos huir de ello, no podemos vender la idea de inmunidad, debemos ayudar a que otros conozcan a Jesús y vean su poder, crezcan en confianza y reciban su Gracia. Sólo su Gracia nos permite hacer frente a la vida, con gozo y esperanza...
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