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Mostrando entradas de octubre, 2016

Consuelo y belleza

 Hoy cumplimos dos meses en Vancouver, y estamos en pleno otoño. Esta mañana, caminando de regreso de la iglesia Abdiel y yo nos dimos cuenta que apenas en estos días comenzamos a escuchar al Señor con más claridad y con menos agenda nuestra. Nos sentimos rodeados del amor de Dios en tierra extranjera y en medio de toda la transición, las aguas comienzan a calmarse y el corazón está más quieto. En medio de un ritmo más sano de estudio, descanso, tiempos de silencio y de escribir, percibo a Dios cerca, trayendo consuelo más allá de lo esperado. El semestre en Regent está a su máxima exigencia, con trabajos que escribir, muchos libros que leer, pero estoy disfrutando de ser estudiante y hasta gozando la presión de las entregas. Leo, pienso y escribo sobre las mujeres en la iglesia primitiva, sobre otras profetas del siglo XIX y estudio a profundidad Salmos 2… Las semanas se nos llenan de alegría al compartir la mesa con nuevos amigxs y ser invitados a otras mesas. El consuelo d

Tiempos de retiro

No sé cómo olvidé que sin silencio y soledad me voy perdiendo poco a poco. En estos dos meses en Vancouver he tomado algunos tiempos de retiro y cada vez estoy más convenida que la práctica espiritual que más requiero es la del silencio. Me ahogo entre mis distracciones, las muchas voces propias y los gritos de un mundo ensordecido me dejan aturdida. Soy más sensible de lo que quisiera reconocer, pero Dios así me hizo y sin el silencio que me permita escucharle, me pierdo. El silencio se cultiva. Dios nunca nos abandona; ha estado conmigo siempre. Pero en ocasiones no le escucho. Creo que Dios me ha estado llamando al silencio y la soledad con él, sabiendo mejor que yo cuanto le necesito…pero me ocupé de otras cosas y lo olvidé. Es en el silencio, sabiendo que estoy segura en Él que comprendo más de quien es Dios. Las imágenes maternas de Dios son una invitación al descanso, la confianza y el amor. Su susurro de amor y aceptación incondicional son sanadoras. Las som

Tijuana

Quisiera ver cómo te pintas de otros colores y probar tus nuevos sabores. Extraño tu playa fría y hasta ese muro que se nos impone. Quisiera ver de nuevo a aquellxs que cada semana se reúnen para darse “la paz” con los meñiques; a lxs que con sus actos sencillos desafían al Imperio. Quiero recorrer tus calles y ver los rostros cansados, esos que se alegran ante un saludo o la risa de un niño desconocido. Extraño las sonrisas que intercambiaba con extraños en las calles, Y la sensación de estar en casa entre tus más de 2 millones de habitantes Quisiera que mi corazón se rompiera con las historias de los miles llegados a ti, y comenzar a tejer la vida con esos que tal vez se queden. Sé que me frustraría con las iglesias frías a las que no les importa si matan a tus migrantes, ni quieren saber los nombres de quienes acaban de llegar y probablemente no se queden. Lloraría contigo por las juntas de liderazgo, los Sínodos y las Conferencia

Ser profeta

Desde algunos meses pienso mucho en la labor profética. Mis lecturas bíblicas y de otras fuentes, así como la experiencia de vivir y ser profundamente afectada por este mundo me han hecho pensar y re-pensar mi fe desde el rol de los profetas. El libro del profeta Jeremías me fascina, tiene algo que me atrae constantemente, y lo ha hecho por varios años en distintas etapas de vida. Este verano estudiamos Miqueas en el proyecto binacional entre Compa e Intervarsity, lo cual hizo que las palabras de este profeta hebreo parecieran muy actuales. También, en la preparación para enseñar los Salmos profundice en la manera que una vida enraizada en la realidad de Dios permite navegar entre el lamento y la esperanza, los cuales son ingredientes claves para la denuncia profética. Ahora, mientras sigo leyendo a Josephine Butler , esa mujer inglesa del siglo XIX, y su comprensión del rol profético de mujeres y hombres me siento aún más llamada. Ella se apropia del rol profético e invita a c