Sé que Dios me ama y quiere lo mejor para mi. Sí, así es, no quiere lo que yo siempre quiero. Tampoco quiere mi "éxito profesional, ministerial o personal", quiere lo mejor, aún cuando eso signifique fracaso ante los ojos del mundo. Y quiero explicar esto, porque estoy masticándolo, entendiéndolo y viviéndolo en el día, aun cuando resulta difícil.
Yo tengo mis planes, tengo mis sueños, una idea de lo que es mi llamado y propósito en este mundo, quiero tener el control y soy buena haciendo muchas cosas. Y pienso en mil cosas, y me apoyo en mi propia prudencia y de pronto pienso que tengo todo medido y calculado, que las cosas caminan como deberían, que cada vez soy menos mala... y es cuando me encuentras Tú.
...Allí y así, envuelta en mi falsa seguridad y tratando de protegerme me encuentra Él, como niña asustada y me recuerda quien soy y lo más importante, quien es Él para mi. Llego a sus brazos como niña perdida, con mil temores y muchas preguntas y queriendo guardar silencio para escucharlo. Ya no quiero escucharme yo, me confundo, reconozco mi profunda necesidad de él...
...Y recuerdas todo lo que has dicho. Recuerdo la vida de tu profeta Jeremías y las enseñanzas que le dejaste de no confiar en los hombres porque eso solo trae tristeza, desperanza y ansiedad; también de cómo tú le amabas... Retumban en mi mente tus palabras que afirman mi identidad en medio de mis "éxitos, fracasos y miedos". Me recuerdas que tus planes no son los míos y que estás obrando en el mundo y en mi vida. Me devuelves gozo, paz y esperanza. A veces no me doy cuenta de mi desliz... Pero tú me cuidas y no me abandonas. Reconozco que sólo puedo confiar en tí; en tu fidelidad y en tu amor, ese que veo expresado en la cruz.
Me doy cuenta también que quieres llevarnos a ser más como tú, a que revelemos a otros tu gloria, quien eres. Para eso trabajas en nosotros, te tomas el tiempo de moldearnos y eres paciente. No nos pones a servirte porque seamos muy buenos, sino para perfeccionarnos en el proceso. Usas vasos muy frágiles para tu obra, para que sólo tú seas glorificado, y mientras, nosotros podemos gozarnos en tí, recrearnos en tí.
En este día te doy gracias, en este mes agradezco que me hayas creado, elegido y me estés formando. Este año reconozco tu fidelidad a tus propósitos, tu bondad y tu cuidado. Gracias por afirmarme en tí, gracias por dejar gente en mi vida que ha sido parte de tu propósito, gracias por traer a otros de manera inesperada, gracias por mostrar que tú sí estás en control, por no dejar que me conforme y por enseñarme a confiar, ser paciente y tener esperanza.
Yo tengo mis planes, tengo mis sueños, una idea de lo que es mi llamado y propósito en este mundo, quiero tener el control y soy buena haciendo muchas cosas. Y pienso en mil cosas, y me apoyo en mi propia prudencia y de pronto pienso que tengo todo medido y calculado, que las cosas caminan como deberían, que cada vez soy menos mala... y es cuando me encuentras Tú.
...Allí y así, envuelta en mi falsa seguridad y tratando de protegerme me encuentra Él, como niña asustada y me recuerda quien soy y lo más importante, quien es Él para mi. Llego a sus brazos como niña perdida, con mil temores y muchas preguntas y queriendo guardar silencio para escucharlo. Ya no quiero escucharme yo, me confundo, reconozco mi profunda necesidad de él...
...Y recuerdas todo lo que has dicho. Recuerdo la vida de tu profeta Jeremías y las enseñanzas que le dejaste de no confiar en los hombres porque eso solo trae tristeza, desperanza y ansiedad; también de cómo tú le amabas... Retumban en mi mente tus palabras que afirman mi identidad en medio de mis "éxitos, fracasos y miedos". Me recuerdas que tus planes no son los míos y que estás obrando en el mundo y en mi vida. Me devuelves gozo, paz y esperanza. A veces no me doy cuenta de mi desliz... Pero tú me cuidas y no me abandonas. Reconozco que sólo puedo confiar en tí; en tu fidelidad y en tu amor, ese que veo expresado en la cruz.
Me doy cuenta también que quieres llevarnos a ser más como tú, a que revelemos a otros tu gloria, quien eres. Para eso trabajas en nosotros, te tomas el tiempo de moldearnos y eres paciente. No nos pones a servirte porque seamos muy buenos, sino para perfeccionarnos en el proceso. Usas vasos muy frágiles para tu obra, para que sólo tú seas glorificado, y mientras, nosotros podemos gozarnos en tí, recrearnos en tí.
En este día te doy gracias, en este mes agradezco que me hayas creado, elegido y me estés formando. Este año reconozco tu fidelidad a tus propósitos, tu bondad y tu cuidado. Gracias por afirmarme en tí, gracias por dejar gente en mi vida que ha sido parte de tu propósito, gracias por traer a otros de manera inesperada, gracias por mostrar que tú sí estás en control, por no dejar que me conforme y por enseñarme a confiar, ser paciente y tener esperanza.
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