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Ayer platicaba con un amigo, y de alguna manera reflexionamos sobre todo lo que ha pasado en nuestras vidas y alrededor de nosotros recientemente. Cuando el dolor es más fuerte, cuando la tragedia pega tan cerca y cuando la enfermedad irrumpe de forma inesperada, las cosas se ven como son en este mundo:
inciertas. El sentimiento de incertidumbre y vulnerabilidad se hace muy real y muchas cosas en el corazón también se descubren. Dios parece ajeno, pero NO, en medio de todo es cuando lo vemos más claro, cuando habla con más fuerza.
"Él que está sentado en el trono es soberano y reina", son las palabras que nos decimos y nos animan en estas últimas semanas. Justo habíamos estudiado Apocalípsis con algunos estudiantes para el campa regional, y ahora nos acercábamos al evangelio de Juan para compartirlo en un estudio bíblico de los miércoles. Dios había hablado afirmando sus propósitos y mostrándonos quien es. Había preparado el corazón, y yo sólo puedo contar lo que yo he vivido, pero puedo decir que he visto a Dios obrando para bien, aún en lo que no pareciera traer ningun beneficio...
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También entendemos que el mundo está mal, y que nosotros somos peregrinos acá, que anhelamos nuestro hogar con Dios. Sin embargo, Jesús no nos invita a escapar, sino a quedarnos, a conocerlo desde ahora, a mostrar su gloria a otros, a que otros le vean a Él. Porque nuestro mundo está dolido, enfermo, necesitado y lejos de Dios. Nosotros que le conocemos, sabemos que es
Dios con nosotros, pero muchos no lo saben. Tenemos que anunciar eso al mundo, conscientes de que hay Uno que reina, que tiene el control y que sus planes eternos se están cumpliendo. Tampoco somos simples espectadores, Él mismo nos invita a participar de sus planes, a ser sus colaboradores, a asumir su esperanza y ver con sus ojos. Tenemos un gran privilegio... y nunca se nos dijo que sería fácil, pero nos prometió estar con nosotros hasta el fin del mundo y en eso confíamos.
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