Desde hace varios años escuché que dormir es y puede considerarse una disciplina espiritual. No había entendido bien el porqué, pero en estas últimas semanas ha sido más claro. Al tratar de organizar los pendientes y compromisos personales, de acomodar nuestros tiempos (con Abdiel) y de tratar de avanzar lo más posible en la planeación de la boda, el verano y las mil y un cosas que surgen… Abdiel y yo estamos re-descubriendo el descanso, con sus elementos de retiro, oración, dormir y diversión.
En este último sábado que dedicamos a descansar, Dios me recordó cosas esenciales y disfruté mucho el dormir en el pasto, comer, caminar, jugar, leer, orar y solo estar sin hacer “algo”. Pienso que hay cosas que sólo puedo aprender de Dios si hago estas pausas, cosas que no comprendo ni cuando me esfuerzo en hacer un buen estudio bíblico o escuchar las mejores conferencias o exposiciones sobre estos temas en la Escritura.
Podríamos elegir no tomar el tiempo para el descanso, y dejarnos llevar por todo lo que falta y aún no se resuelve, pero entonces la tentación de ser dioses aumenta, la visión de nosotros mismos y del mundo se nubla y el cansancio en algún momento nos doblega. Resistir a esta tentación, creo que es una resistencia activa a una sociedad que corre, donde todo debe ser rápido, efectivo y exitoso. Éstas ideas están más engranadas en mi corazón de lo que quisiera, pero veo cómo Dios va curando mis impulsos frenéticos, poco a poco, con momentos donde puedo simplemente disfrutar de su presencia, la naturaleza, la buena compañía, los abrazos, los besos, la comida y el juego.
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