Al parecer mi silencio en este sitio se debe a un silencio más profundo y personal. Despues del regreso de los estudios intensivos en Vancouver escribí mucho para mis clases y terminé un poco cansada. A pesar del plan de compartir en este blog sobre varios temas, fue dificil forzarme a escribir y mejor puse atención a algunos hilos del corazón.
Hace apenas algunos días recordé lo que un maestro de la comunidad estudiantil nos compartió hace años y la idea era más o menos así: "Esta generación necesita palabras que comuniquen vida y sentido, no palabras huecas". Y entonces pensé mucho.... Las palabras que traen vida y que llevan consigo sentido no son las que se dicen al aire o se rezan sin pensar, sino aquellas que han sido encarnadas, que provienen del silencio o se acompañan de profundo dolor o alegría, es decir, las que se han vivido. Si bien mucho de lo que comparto en este espacio son meditaciones, historias y reflexiones de vida, en las últimas semanas me he sentido invitada al Silencio, a callar.
No es que Dios me invite a no decir nada, al parecer su invitación es a cultivar un silencio que me permita escucharle en medio de la multitud de voces, un silencio que no habla compulsivamente, que no articula para explicarlo todo, que reconoce sus limitaciones, que cede ante sus incapacidades y descansa en Dios. Y es que entre más busco maneras de comunicar Vida y a Dios mismo, más aprendo lo importante que es guardar silencio, escuchar, y a ayudar a otros a hacer lo mismo. De vez en cuando, aún a quienes nos gustan las palabras, nos cansamos de muchas de ellas.
No tengo duda que Dios habla por medio de las Escrituras y muuchos las repiten en púlpitos, esquinas, comedores y en pequeños grupos; eso es muy bueno. Sin embargo, ¿cuánto queda queda en el corazón si se recibe de manera superficial, si se aprende tan solo intelectualmente o si se escucha con un corazón lleno de palabras huecas y sin-sentido?
Confío que seguiré escribiendo y compartiendo, pero sospecho por buenas razones que ahora Dios quiere que ponga más atención en cosas de mi propio corazón, que escuche mejor Su voz, que encuentre mi voz y atienda a las fibras delicadas de mi vida que requieren restauración y tiempo.
Esta es mi forma de pedir disculpas por mi silencio y de anunciar un ritmo más tranquilo para compartir en este año. Pero aquí seguiremos y seguiremos...
Hace apenas algunos días recordé lo que un maestro de la comunidad estudiantil nos compartió hace años y la idea era más o menos así: "Esta generación necesita palabras que comuniquen vida y sentido, no palabras huecas". Y entonces pensé mucho.... Las palabras que traen vida y que llevan consigo sentido no son las que se dicen al aire o se rezan sin pensar, sino aquellas que han sido encarnadas, que provienen del silencio o se acompañan de profundo dolor o alegría, es decir, las que se han vivido. Si bien mucho de lo que comparto en este espacio son meditaciones, historias y reflexiones de vida, en las últimas semanas me he sentido invitada al Silencio, a callar.
No es que Dios me invite a no decir nada, al parecer su invitación es a cultivar un silencio que me permita escucharle en medio de la multitud de voces, un silencio que no habla compulsivamente, que no articula para explicarlo todo, que reconoce sus limitaciones, que cede ante sus incapacidades y descansa en Dios. Y es que entre más busco maneras de comunicar Vida y a Dios mismo, más aprendo lo importante que es guardar silencio, escuchar, y a ayudar a otros a hacer lo mismo. De vez en cuando, aún a quienes nos gustan las palabras, nos cansamos de muchas de ellas.
No tengo duda que Dios habla por medio de las Escrituras y muuchos las repiten en púlpitos, esquinas, comedores y en pequeños grupos; eso es muy bueno. Sin embargo, ¿cuánto queda queda en el corazón si se recibe de manera superficial, si se aprende tan solo intelectualmente o si se escucha con un corazón lleno de palabras huecas y sin-sentido?
Confío que seguiré escribiendo y compartiendo, pero sospecho por buenas razones que ahora Dios quiere que ponga más atención en cosas de mi propio corazón, que escuche mejor Su voz, que encuentre mi voz y atienda a las fibras delicadas de mi vida que requieren restauración y tiempo.
Esta es mi forma de pedir disculpas por mi silencio y de anunciar un ritmo más tranquilo para compartir en este año. Pero aquí seguiremos y seguiremos...
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