Ha sido
muy difícil escribir en el blog estos últimos meses, lo más difícil ha sido
darme cuenta que no puedo y hay poco que compartir porque muchas cosas parecen
inarticuladas o confusas. Lo extraño es que estoy viviendo una etapa muy linda,
con mi mejor amigo como esposo, su compañía constante, un buen momento en nuestros
trabajos y gozando juntos. Lo difícil ha venido ante la fragilidad de mi salud,
la consciencia cada vez más cruda de mis limitaciones y un despertar a mi búsqueda
de Dios en medio de las diversas realidades de este mundo.
Han venido
tantas cosas buenas a nosotros, pero mi satisfacción no está en lo que tenemos,
ni tampoco quiero más de lo que hemos recibido.
La
enfermedad y mis limitaciones no es lo que me desanima sino mi búsqueda tan
débil de Dios en medio de lo que me confunde.
Las
oportunidades y las puertas se abren y yo miro con una combinación de fe,
esperanza y cansancio. No entiendo el cansancio…
Me
sorprende el dolor en ocasiones, me sorprende más que no lo percibo siempre y
esas “ocasiones” simplemente me desarman.
La vida no
se hizo mejor cuando me uní a un hombre, pero ahora la camino con alguien que
me enseña a verla desde otro ángulo, que la enriquece.
Dios sigue
aquí, pero yo no lo percibo como antes. Estoy segura que está siempre, pero ¿a
dónde te has ido Señor?
Mi anhelo solamente es sentirte cerca, saber que tu
amistad y compañía siguen cerca. Sé que es así, por eso vivo. ¿Entonces qué
me pasa a mí?
Vivir esta
vida como una disciplina espiritual con la confianza de que todo me conduce a Dios
y de que todo tiene el potencial de mostrarme sus huellas es verdaderamente una
disciplina. La regla radica en detenerme, abrir bien mis ojos, sentir, orar y
dejar de resistirme a ser encontrada por Dios, cada día.
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