Desde
algunos meses pienso mucho en la labor profética. Mis lecturas bíblicas y de
otras fuentes, así como la experiencia de vivir y ser profundamente afectada
por este mundo me han hecho pensar y re-pensar mi fe desde el rol de los profetas.
El libro del profeta Jeremías me fascina, tiene algo que me atrae
constantemente, y lo ha hecho por varios años en distintas etapas de vida. Este
verano estudiamos Miqueas en el proyecto binacional entre Compa e Intervarsity,
lo cual hizo que las palabras de este profeta hebreo parecieran muy actuales.
También, en la preparación para enseñar los Salmos profundice en la manera que
una vida enraizada en la realidad de Dios permite navegar entre el lamento y la
esperanza, los cuales son ingredientes claves para la denuncia profética.
Ahora,
mientras sigo leyendo a Josephine Butler, esa mujer inglesa del siglo XIX, y su
comprensión del rol profético de mujeres y hombres me siento aún más llamada. Ella
se apropia del rol profético e invita a considerar la necesidad de escuchar a lxs
verdades profetas, es decir, a aquellas y aquellas que muestran el corazón y la
mente de Dios en el mundo real, a partir de las Escrituras y de una relación
íntima con Él. Josephine misma mostró su conciencia profética, como cristiana,
al profundizar en el estudio de la Biblia, esforzarse por comprender el mundo
que lo tocó habitar y dejar que su fe hablara a su mundo. No fue su deseo de
poder lo que la llevó a hablar o rebelarse, sino su profunda convicción de un Dios
que creo a hombres y mujeres en equidad y de un Jesús liberador y proveedor de perdón
y restauración para todxs. Ella luchó por los derechos de las prostitutas y la
doble moral que culpaba solo a las mujeres y justificaba a los hombres.
En el
verano me aventuré también en la vida de Monseñor Romero, el salvadoreño que
fue profeta de Dios en tiempos turbulentos y finalmente fue asesinado. Estudié
su proceso de “conversión” y la manera en que las Escrituras y su experiencia
le llevaron a ver a los pobres, la injusticia, el poder y la ambición desde la
óptica de Dios. Él usó todos los medios a su disposición para llamar a ricos y
pobres al arrepentimento y para denunciar las injusticias cometidas contra el
pueblo salvadoreño motivados por al amor al dinero. Sus homilías están plagadas
de Evangelio y de palabras que hacen eco de Jesús…
Butler y
Romero han sido mis héroes del siglo XIX y XX y han hecho del estudio de la
historia de la iglesia una fuente de esperanza. No son los únicos, pero he sido
atraída a ellxs y he tomado de ellxs el desafío de profundizar en la Biblia, de
vivirla, de entender mejor mi mundo y de conectar la fe con la realidad actual.
¡Qué desafio! Ambos vivieron en su propia vida la tensión de las necesidades
del mundo y de su profunda necesidad de Dios, y cultivaron una relación viva
con Jesús. Sin duda, fue Dios y la comunidad que les rodeo lo que permitió que
hicieran historia.
Es
probable que ni yo ni otros seguidorxs de Jesús nos pongamos el título de
profetas, que ha sido tan manoseado entre los evangélicos hoy en día, pero creo
que habemos muchxs llamados a ser profetas de Dios. No traemos una nueva
revelación, sino la aplicación de la vida de Dios, las enseñanzas de Cristo y la
vivencia de Su Reino a este siglo y este mundo repleto de oscuridad y muerte. Tal
vez sea que todxs los que nos llamamos cristianxs debamos tener un poco de
profetxs y locxs. Así sea.
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