Regresamos. Estamos de vuelta en Tijuana, con los nuestros. Y entre lagrimas, me alegro montones. Porque el regreso no ha sido fácil, pero ha sido bueno. Ha estado lleno de personas, de amor, de sorpresas, de alegría, incertidumbre y novedades. No somos los mismos, pero no sabemos cuánto hemos cambiado. La gente a la que amamos nos ama igual y eso nos llena el corazón. Nosotros/yo, valoro todo distinto. Honestamente, aún no sé las implicaciones de nuestra ida y regreso, pero confío que ha sido bueno. Nuestra hija no me deja dudarlo.
Regresamos para salir de nuevo y viajar. Hemos estado en juntas, con gente nueva y llena de esperanza y nuevos proyectos. Esperanza. Me fui con dolor y desilusión, regresé con esperanza y mucha Luz. Cuánto nos ama Dios... Y ahora, en medio de las mil cosas y la complejidad agregada de una bebé, regreso con tanta fuerza como cuando empecé en la obrería. Queriendo entregar mis mejores años para amar y servir a los estudiantes y obreros. Como me dijo una colega en el último campa: “Dios ama tanto a los estudiantes, él ama a su obra y la protege” (paráfrasis mía). Y me llenó los ojos de lagrimas, porque sí, Dios ama esta obra, y nos ama a nosotros. Nos llama a servirle aquí, para salvarnos.
Luciana se unió a la locura de sus padres, viajando a campas, visitando a amigos entrañables a quien ella seguramente llamará “tío” o “tía”. Ella ya caminó con papá conversando con estudiantes y se sentó con mamá mientras ella escuchaba y acompañaba los procesos de otros. Este regreso lo guardo en el corazón, porque ha re-confirmado la locura y la esperanza del llamado. Sé que no será sencillo, pero está bien. Oro que la imaginación y creatividad nos acompañen en esta etapa. Si hay algo de lo que estoy segura es que Luciana crecerá muy amada y nosotros nos cansaremos. Y en medio de eso, aprenderemos ritmos saludables para seguir adelante, amando y sirviendo.
De regreso en Tijuana me sé nuevamente llamada por el Señor a este lugar. Los últimos dos fines de semanas llenos de estudiantes fueron esa re-confirmación. Fue un privilegio compartir Jeremías. Ese libro y profeta sensible que me acompañaron al inicio del sabático. Compartí de Jeremías, compartí la vida, el descanso, las preguntas, las alegrías y los dolores. Y todo es tan real e intento que al finalizar los campas, nos enfermemos y aún no salimos... nos alcanzó el cambio, los desvelos, las emociones encontradas. Pero también nos alcanzó el Señor. Orando por Luciana ayer por la noche, el Señor me invitó a escribir, a detenerme, a pensar el regreso. Aqui estamos. Regresamos. Estamos regresando.
Regresamos para salir de nuevo y viajar. Hemos estado en juntas, con gente nueva y llena de esperanza y nuevos proyectos. Esperanza. Me fui con dolor y desilusión, regresé con esperanza y mucha Luz. Cuánto nos ama Dios... Y ahora, en medio de las mil cosas y la complejidad agregada de una bebé, regreso con tanta fuerza como cuando empecé en la obrería. Queriendo entregar mis mejores años para amar y servir a los estudiantes y obreros. Como me dijo una colega en el último campa: “Dios ama tanto a los estudiantes, él ama a su obra y la protege” (paráfrasis mía). Y me llenó los ojos de lagrimas, porque sí, Dios ama esta obra, y nos ama a nosotros. Nos llama a servirle aquí, para salvarnos.
Luciana se unió a la locura de sus padres, viajando a campas, visitando a amigos entrañables a quien ella seguramente llamará “tío” o “tía”. Ella ya caminó con papá conversando con estudiantes y se sentó con mamá mientras ella escuchaba y acompañaba los procesos de otros. Este regreso lo guardo en el corazón, porque ha re-confirmado la locura y la esperanza del llamado. Sé que no será sencillo, pero está bien. Oro que la imaginación y creatividad nos acompañen en esta etapa. Si hay algo de lo que estoy segura es que Luciana crecerá muy amada y nosotros nos cansaremos. Y en medio de eso, aprenderemos ritmos saludables para seguir adelante, amando y sirviendo.
De regreso en Tijuana me sé nuevamente llamada por el Señor a este lugar. Los últimos dos fines de semanas llenos de estudiantes fueron esa re-confirmación. Fue un privilegio compartir Jeremías. Ese libro y profeta sensible que me acompañaron al inicio del sabático. Compartí de Jeremías, compartí la vida, el descanso, las preguntas, las alegrías y los dolores. Y todo es tan real e intento que al finalizar los campas, nos enfermemos y aún no salimos... nos alcanzó el cambio, los desvelos, las emociones encontradas. Pero también nos alcanzó el Señor. Orando por Luciana ayer por la noche, el Señor me invitó a escribir, a detenerme, a pensar el regreso. Aqui estamos. Regresamos. Estamos regresando.
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