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Las paradojas de la vida se viven intensamente en la maternidad. El agotamiento y el amor profundo. El dolor y la sorpresa. La risa y el llanto. La culpa y la gracia. La fortaleza y la necesidad constante de ayuda. La soledad y la presencia constante. La vulnerabilidad se experimenta a diario y la decisión de asumirla para criar con amor y respeto son asaltados por la ilusión del control y el poder. Ser mamá es una de las mejores experiencias en la vida y también de las más difíciles. Estoy segura que este no será el único post sobre esto.
Desde que llegó Luciana habito un cuerpo diferente y vivo una realidad muy distinta. Mi cuerpo está sujeto a demanda por una personita a todas horas. El corazón y el cuerpo se me han reconfigurado. Y la demanda física es una realidad de lo interno. También creo que es un reflejo hermoso del amor y la entrega para la cual hemos sido creados. La imagen de Dios en nosotros sigue presente aun cuando luchamos con la maldad y el egoísmo. Un hijx es una hermosa oportunidad de ser discipulados por Dios, para parecernos más en su amor.
Las sombras de la maternidad también son inevitables. En este nuevo mundo hay nuevas culpas y expectativas no dichas. De pronto reacciono de maneras no esperadas o siento cosas que no sabía en mí. Hay competencias tristes y comentarios no esperadas a cada vuelta de la esquina. Pero lo bueno es que también hay nuevas tribus de las cuales aprender y muchas cosas de las cuales despojarme. Es un proceso de paciencia. De paciencia y confianza en mí misma. De reconocer que hago lo mejor que puedo, que Dios tiene cuidado de nosotros, que no estoy sola. De saberme acompañada de Abdiel, con quien comparto toda esta experiencia (a excepción de la lactancia, je) y de soltar…y de soñar nuevas formas de vida compartida, de libertad de culpas, de dejar a un lado moldes culturales y expectativas de crianza….
Las sombras de la maternidad también son inevitables. En este nuevo mundo hay nuevas culpas y expectativas no dichas. De pronto reacciono de maneras no esperadas o siento cosas que no sabía en mí. Hay competencias tristes y comentarios no esperadas a cada vuelta de la esquina. Pero lo bueno es que también hay nuevas tribus de las cuales aprender y muchas cosas de las cuales despojarme. Es un proceso de paciencia. De paciencia y confianza en mí misma. De reconocer que hago lo mejor que puedo, que Dios tiene cuidado de nosotros, que no estoy sola. De saberme acompañada de Abdiel, con quien comparto toda esta experiencia (a excepción de la lactancia, je) y de soltar…y de soñar nuevas formas de vida compartida, de libertad de culpas, de dejar a un lado moldes culturales y expectativas de crianza….
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