Aquí estoy de nuevo, en un aeropuerto, disfrutando, pensando, leyendo, hablando con Él, escribiendo.
El libro que empaqué para este viaje se titula algo asi como "El camino: Un peregrino en las tierras del Espiritu" de Alister McGrath. Ha sido lindo reflexionar más en la vida cristiana como un caminar, una aventura, una travesía o algo similar. Las imágenes que evoco cuando me pienso así, como peregrina, caminante o extranjera que se dirige a un Sitio se nutren de las cartas neotestamentarias cuando Pedro y Pablo se refieren a los cristianos como eso: extranjeros y peregrinos. Somos exiliados, ciudadanos de otro Reino viviendo en el mundo, con un lugar en el Mundo, con responsabilidad hacia él, con la encomienda de llevar Vida y construir Vida, pero con un destino final que llena de esperanza.
En este viaje hay (como siempre) algunos detalles y cosas antes y en el proceso que me llevan a buscar depender de Dios en cosas pequeñas y otras un poco más grandes, si así podemos referirlas. En esta ocasión también he corrido un poco menos y he tenido más tiempo de preveer. No siempre tenemos esa oportunidad, pero cuando la hay, se aprovecha y ayuda en medio de las contigencias. En el viaje he tenido que cargar con pendientes de casa, con proyectos inacabados, han comenzado las charlas profundas y esos espacios para pensar la Vida y reflexionar el camino.
Tengo preguntas para el viaje, algunas de antaño y otras que se construyen así: viajando o caminando. Tengo expectativas de llegar al Sitio, esperanza final. Y es fácil pensar en esto cuando lo vivimos como "microrelato", porque estoy en el trayecto para llegar a un lugar, con mis propias inquietudes, ansiedades, ganas de compartir, gozos, algunas tristezas. Veré a gente a quien quiero, con quienes he compartido la Vida a la distancia y sé que habrá espacios para el disfrute de toda Su Creación. Si esto es en su manera glorioso y esperanzador, cuánto más no lo es la meta de la vida con Cristo. Una que se camina con él y nos llena de plenitud, nos desafia a construir en amor y verdad. Y nos asegura un porvenir sin dolor, armónico, justo, lleno de Su Gloria, donde la igualdad, la verdad, el amor, la paz, la justicia, la dignidad, el trabajo y todo lo bueno se vive bien. El cumplimiento y culminación de todas sus promesas.
Pero mientras, hemos de caminar como ciudadanos de ese Reino, aunque exiliados. Ayudando a que otros vean su Gloria, haciendo brillar la luz que llevamos para el mundo le reconozca,. ¡Linda tarea, digna de reflexionarse mientras viajamos!
El libro que empaqué para este viaje se titula algo asi como "El camino: Un peregrino en las tierras del Espiritu" de Alister McGrath. Ha sido lindo reflexionar más en la vida cristiana como un caminar, una aventura, una travesía o algo similar. Las imágenes que evoco cuando me pienso así, como peregrina, caminante o extranjera que se dirige a un Sitio se nutren de las cartas neotestamentarias cuando Pedro y Pablo se refieren a los cristianos como eso: extranjeros y peregrinos. Somos exiliados, ciudadanos de otro Reino viviendo en el mundo, con un lugar en el Mundo, con responsabilidad hacia él, con la encomienda de llevar Vida y construir Vida, pero con un destino final que llena de esperanza.
En este viaje hay (como siempre) algunos detalles y cosas antes y en el proceso que me llevan a buscar depender de Dios en cosas pequeñas y otras un poco más grandes, si así podemos referirlas. En esta ocasión también he corrido un poco menos y he tenido más tiempo de preveer. No siempre tenemos esa oportunidad, pero cuando la hay, se aprovecha y ayuda en medio de las contigencias. En el viaje he tenido que cargar con pendientes de casa, con proyectos inacabados, han comenzado las charlas profundas y esos espacios para pensar la Vida y reflexionar el camino.
Tengo preguntas para el viaje, algunas de antaño y otras que se construyen así: viajando o caminando. Tengo expectativas de llegar al Sitio, esperanza final. Y es fácil pensar en esto cuando lo vivimos como "microrelato", porque estoy en el trayecto para llegar a un lugar, con mis propias inquietudes, ansiedades, ganas de compartir, gozos, algunas tristezas. Veré a gente a quien quiero, con quienes he compartido la Vida a la distancia y sé que habrá espacios para el disfrute de toda Su Creación. Si esto es en su manera glorioso y esperanzador, cuánto más no lo es la meta de la vida con Cristo. Una que se camina con él y nos llena de plenitud, nos desafia a construir en amor y verdad. Y nos asegura un porvenir sin dolor, armónico, justo, lleno de Su Gloria, donde la igualdad, la verdad, el amor, la paz, la justicia, la dignidad, el trabajo y todo lo bueno se vive bien. El cumplimiento y culminación de todas sus promesas.
Pero mientras, hemos de caminar como ciudadanos de ese Reino, aunque exiliados. Ayudando a que otros vean su Gloria, haciendo brillar la luz que llevamos para el mundo le reconozca,. ¡Linda tarea, digna de reflexionarse mientras viajamos!
Comentarios
Publicar un comentario