En medio del frío
invernal de Vancouver, han habido días soleados en los que las montañas, los
pinos, el mar y las islas se ven con una claridad sorprendente. Y de pronto,
parece que así la vida. Claro, es una paradoja, porque seguimos en invierno, en
medio del frío, de la lucha, la nostalgía y perseverando, pero surgieron nuevos
bríos que ayudan a esperar la primavera. Las clases comienzan mañana, los
libros nuevos me van dando la bienvenida y los nuevos temas de las cartas
descriptivas me emocionan. El cuatrimestre se ve intenso, con un viaje corto y
otro largo, y noticias que seguro alegrarán.
Pero no todo es
claro, nos entristecen las noticias de México y nos desconcierta la situación. Hemos
de regresar y el país que habitaremos será distinto, con un peso aún más devaluado,
gasolina más cara, una ciudad con más migrantes, políticos más cínicos y
personas más desesperadas por un cambio. Muchos quieren salir y nosotros
regresaremos, mejor que cuando nos fuimos. Espero regresemos con más fe, ánimo
y amor para vivir las alternativas que pueden hacer florecer la vida, para
vivir en comunidad, para tejer mas relaciones de amor, para darnos y recibir a
otros como regalo, para compartir la mesa, el pan y el vino y para ser iglesia.
Tengo muchas esperanzas, pero sé que son frágiles, que soy frágil.
En este año no quiero
huir de las paradojas, quiero vivir las preguntas dificiles, caminar en ellas,
que abran nuevas sendas, anhelo caminar con otros más de cerca, ir hacia
adentro, dejar que mi vida hable, descubrir mejor quien soy, lo que puedo y no
puedo ser, amar sin miedo, arriesgar, perder, llorar y reir mucho, distraerme
menos, escribir más… ¡Qué el Dios de la vida, que camina con nosotros nos guíe
a ser más como él!
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