Manifestación en Tijuana, 16 de enero, 2017 |
Hoy es un día más en el oeste de Vacouver, donde todo parece marchar con una calma comprada por el dinero, la eficiencia y la buena administración . La calma de esta ciudad es admirable, sabe esconder bien el tráfico de personas y la discriminación a las primeras naciones, pero no logra invisibilizar a sus homeless, ellxs pululan por la ciudad, como testimonio contra la ilusión de la opulencia y el progreso del primer mundo.
En esta ciudad, no puedo dejar de pensar en mi ciudad, en Baja California y en México. Desde hace años dejé a un lado la indiferencia generalizada y permití que un poco del caos, la desesperación y la violencia entraran en mi vida, para ser alguien que conoce, aunque sea un poquito, la experiencia de la gente en las calles de mi ciudad y del país que habitamos. Aún estando en Canadá, leer las noticias, informarme y pensar es una obligación-invitación impuesta por mi fe en un Dios hecho humano. Mis opiniones, preocupaciones y tendencias no llevan el sello del mainstream evangélico mexicano, porque a mi me importa lo que pasa aquí y ahora, y porque estoy comprometida con la tranformación de corazones pero también de las estructuras sociales que oprimen a las personas.
Creo en un Dios que está interesado en todas las dimensiones de la vida, aun en las más mundanas y complejas, pasando por la política, la familia, los negocíos, el arte, la universidad, la cultura… Y sí queremos escucharle, tiene mucho que decirnos en contra de la corrupción, la injusticia, la pasividad de sus seguidores, el conformismo, la exclusión y la acumulación de las riquezas. Si le empezaramos a escuchar en nuestras iglesias y dejáramos que hiciera eco sus Palabras desde los púlpitos, escuchariamos menos sobre prosperidad, confort, machismos, personalismos y el mantenimiento del orden. Creo que si su Palabra habitara en medio nuestro seríamos más compasivos, escuchariamos mejor a quienes piensan diferente y tal vez dejaríamos de idolatrar nuestros edificios y amar más a nuestras comunidades.
México está despertando, es mi percepción desde afuera. La gente está harta, estamos hartos. ¿Y saben, hermanos y hermanas que me lean? Nosotros tenemos buenas noticias, pero esas necesitan compartirse mientras marchamos con la gente, cuando compartimos el pan con el migrante, cuando abrimos la casa al desconocido y mientras lloramos con las victimas de la violencia (la doméstica, la sexual, la del poder, la simbólica) y mientras guardamos silencio y aprendemos a escuchar. Las noticias del Evangelio de Jesús son las mejores noticias que el mundo puede escuchar, pero requiere estar encarnadas y envueltas en el amor de quien nos la trajo. Las noticias que somos llamados a compartir no son para obtener un boleto al cielo, sino para reconocer el Reino de Dios aquí y ahora, que será consumado en este tierra, por obra de Dios en el futuro. Las noticias son de paz, de justicia, de reconcialiación, de vida, de perdón, de esperanza y de amor, traídas por un Dios que no se impone, sino que se sacrifica y que nos muestra el ser Dios en la forma más tierna, poderosa (no bélica, violenta ni patriarcal) y bondadosa. Estas noticias necesitan ser re-descubiertas por nosotros y compartidas con aquellos que tienen sed de cambios, de paz, de justicia, con quienes lloran, con los que están hartos y cansados y sin esperanza. Las noticias son para ellxs y para nosotrxs.
Amén!
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