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Una carta a mi hija (a la espera de tu llegada)

14  de junio, 2017

Nos preparamos para tu llegada y para regresar a México. Nos emocionan ambas cosas, pero también nos llenan de temores. Tijuana en estos meses que hemos estado lejos ha repuntado como la ciudad con más homicidios en nuestro país y no es desconocido que la violencia en contra de las mujeres y niñas también va en aumento. Tú tito y tus tatas nos cuentan que parece una ciudad sin gobierno. El proyecto multimillonario de transporte fue abandonado, hay más tráfico y el Bordo empieza a habitarse por aquellos que quieren regresar a los Estados Unidos. En el país las cosas tampoco están bien. Soñamos con mostrarte lo hermoso que es y compartir contigo nuestros rincones favoritos. Pero también verás su miseria, su dolor y te dolerá tu país teñido de sangre, corrupción e impunidad. Esperamos enseñarte que esta vida está llena de paradojas y verte reír a carcajadas y alegrar la vida, pero también a llorar y resistir cuando sea necesario. 

Tú, hija, nacerás en Vancouver, Canadá, como un hermoso fruto de gracia de un año en
que tus padres han estado inundados por el amor  y la provisión de Dios. Pero te unirás al llamado de tus padres, el cual está comprometido con México por ahora.  Al igual que yo, un pasaporte azul te abrirá puertas para oportunidades que desconocemos, pero tal vez al igual que a mi te generará crisis al tener que asumir el privilegio que eso implica y cómo lo usarás para servir a otros. Será un gusto caminar contigo esas sendas cuando llegue el tiempo. Ahora no te darás cuenta, pero a pocas semanas de nacida estarás emprendiendo el viaje de regreso a Tijuana, para ser recibida por tus abuelos, tatas, tito, tías y demás familia y amigos que nos esperan. Tu papá y yo estamos ansiosos de regresar contigo, pero también estamos cada vez más conscientes de lo que significa ese regreso contigo en brazos. 

Tu papá y yo hemos bromeado con mucha seriedad nuestra necesidad de explicarte por qué regresamos. Sabemos que la vida no está asegurada en ningún rincón del mundo, ni en países de primer mundo, pero también reconocemos que regresar a México con una niña es arriesgado. Nacer mujer es una marca de vulnerabilidad en todo el mundo y más aún en nuestro país. Y no podemos asegurar que no te pasará nada, aunque haremos todo lo que está de nuestra parte por cuidarte y te confiamos en las manos de Dios quien te ama aún más que nosotros mismos. Con todo esto, nuestro regreso está marcado por la fragilidad de la vida, por la esperanza del Reino y por la confianza en Dios

Hija, pasarán años hasta que puedas leer esta carta y entender lo que digo. En ese tiempo seguro serás amada. Pero has llegado a un mundo en el cual nacer mujer es una desventaja. Ciertamente tendrás privilegios que muchas niñas y mujeres no tienen. Por eso, oro a Dios que desde pequeña te sepas profundamente valiosa y creada a imagen de Dios y que seas una niña-mujer viviendo de tal manera que dignifique a las mujeres que te rodeen. Que veas a las que son invisibles, que ames, abras espacios y sueñes con un mundo mejor. 

Te amo y ya quiero conocerte, 
Alejandra


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