El embarazo y el parto -mi experiencia, las prácticas y políticas y la espiritualidad del alumbramiento-
Una gran parte del sabático la pasé embarazada. Fue un lindo regalo de gracia, vida, amor y de espera en Dios. El embarazo en general fue “fácil”. Lo más difícil fueron las náuseas de las 6 a las 12 semanas, pero gracias a un medicamento seguro todo se hizo más llevadero. En esas semanas viajamos con amigos a Estados Unidos e hicimos caminatas en la nieve sin problema. En el segundo trimestre, Luciana viajó conmigo a una junta de trabajo a Alemania (la única durante el sabático) y a otra escapadita de papá y mamá al “otro lado del charco”. En dos ocasiones Luciana me acompañó a predicar. Justo después de saber que esperábamos una niña pude comunicarlo a nuestra iglesia local aquí en Vancouver, anunciando que no estaba predicando yo sola frente a ellos, sino con una niñita dentro de mí. Ese reconocimiento me hizo aún más consciente de ella. Me conmoví al recibir la comunión en Regent cuando una amiga me convidó del pan y el vino diciendo que eran el cuerpo y la sangre de Cristo entregados por nosotras, por nosotras dos… Durante los últimos 6 meses de embarazo nade en la alberca de la universidad al menos 3 veces por semana y fue una de las experiencias más energizantes. Al final del embarazo seguimos sendereando y nadamos en un par de lagos. Lo disfruté muchísimo. Temía no poder dormir el último mes, pero las visitas semanales al quiropráctico (cubierto por el seguro universitario) hicieron las noches más ligeras (y el parto más fácil tal vez). Llevar a Luciana fue un regalo y el sabático fue un tiempo muy especial para ello.
El embarazo lejos de casa no fue siempre fácil. Nuestra familia y amigos no pudieron ver a Luciana crecer dentro de mí, ni sentir sus patadotas, ni tocar mi panza. Tampoco tuve los cariños de mis papás cerca, ni sus cuidados cuando más lo necesitamos. Sin embargo, no me sentí sola. Abdiel y yo aprendimos juntos de cada cambio y nueva etapa. Leímos y hablamos, hablamos e investigamos. Pudimos vivir nuestra propia experiencia y “hacernos bolas” solitos. Tuvimos mucho tiempo para soñar, hablar y pensar cómo hacerle frente a los desafíos. También fuimos bendecidos por un sistema de salud que le apuesta a un embarazo y un parto con las menos intervenciones médicas posibles. Pudimos tener una doula que nos acompañó antes, durante y después del parto. En ningún momento tuvimos que luchar por un parto natural o limitar las intervenciones médicas. Se nos animó a escribir un plan de parto ideal y durante el actual, la enfermera conocía bien todos nuestros deseos y nos los recordó.
En el tiempo de embarazo fui más consciente de las políticas y prácticas alrededor de los embarazos en diferentes culturas y países. Me resultó fascinante. Leí y escuché las experiencias de amigas cercanas y de mujeres desconocidas, lo cual fue muy formativo e informativo en el proceso. Yo tenía algunas ideas sobre lo que quería durante el parto, las platiqué con Abdiel, nuestro doctor familiar y la doula. Di muchas gracias a Dios porque en otros lugares, mis decisiones no hubiesen sido respetadas ni tampoco hubiera recibido la información y preparación para un parto lo “más natural posible”. Incluso, ya nacida Luciana, pude escuchar a mi mamá recordar su experiencia de parto conmigo (revivida al tener a su nieta en brazos) y también a mi suegra contar su propia experiencia de 3 partos naturales. Aprendí mucho. Sigo aprendiendo.
El embarazo no es una enfermedad y no debe ser tratado como tal y el parto es un proceso natural para el cual nuestro cuerpo está preparado. Gracias a Dios la medicina a avanzado lo suficiente evitando la muerte de muchas mujeres con complicaciones durante el alumbramiento y para salvar la vida de los bebés. No obstante, también hay un abuso y una lucha política que se combate con el cuerpo de las mujeres, en nuestros cuerpos. En México, las cesáreas se practican indiscriminadamente y la episiotomía sigue como una práctica en muchos hospitales. A los bebés se les ofrece formula al nacer, muchos papás no pueden estar presentes durante el parto. Los bebés son llevados justo al nacer para que los revisen y los bañen. Mucho de esto se hace en detrimento de la mamá y el bebé, y en contra de las recomendaciones de la OMS y UNICEF. [1][2] En Canadá el sistema no es perfecto, pero fue muy bueno para mi experiencia durante el embarazo y el parto. Se respetaron mis decisiones y cuando pedí que me administraran la epidural (después de 36 horas de labor de parto) me recordaron que mi deseo era no recurrir a la anestesia. Aun así la pedí y gracias a ello pude descansar por una hora y después de ese descanso, tener la fuerza suficiente para sacar a Luciana en muy poco tiempo.
Mi embarazo fue de bajo riesgo. La fuente se rompió y entré en labor de parto 3 horas después. Abdiel y yo cocinamos, caminamos, descansamos lo más posible, tomé un baño caliente y Abdiel contó mis contracciones. Todo esto sucedió en casa, por casi 30 horas. Cuando nos llevaron al hospital, yo ya estaba en 4cm de dilatación. En cuanto nos subieron a nuestro cuarto, entré en la tina y estuve ahí por 3 horas, siendo ayudada por Abdiel, la doula y la enfermera. Resistí y recibí las contracciones. Recordé las palabras de la instructora del curso prenatal, del parto como un duelo. Una muerte a una parte de mí misma, para dar a luz una vida. El paso no fue sin dolor y sufrimiento. Después de 3 horas en la tina me sentía exhausta y ya no podía con el dolor. El recurso de la anestesia fue un regalo, y cómo escribí en líneas anteriores, Luciana nació en menos de 2 horas después de que me administraran la epidural. Ella nació sana y en cuanto salió de mí la colocaron en mi abdomen, dejaron que su cordón dejara de latir y Abdiel lo cortó. Esperamos casi 2 horas para que Luciana escalara hasta mi pecho y comiera por primera vez. En ningún momento la perdí de vista y Abdiel estuvo siempre a nuestro lado. Luciana pasó sus primeras horas en mi pecho y en el de su papá, haciendo contacto piel con piel. Fue muy especial.
La historia después de nuestra salida del hospital (36 horas después del nacimiento de Luciana) es otra historia. Papás primerizos, sin experiencia, con muchas teorías y lecturas, pero poca idea de lo que es un recién nacido… Pero sí, el parto fue un duelo y una celebración. El embarazo fue un proceso, un peregrinaje (del cual he escrito más aquí ) y una invitación a escuchar historias, cuestionar políticas y reflexionar prácticas. Tengo más que decir, que leer, pensar y escuchar… Pero ahora, corro al escuchar que mi hija está despertando, lista para comer…
[1] http://www.who.int/reproductivehealth/publications/maternal_perinatal_health/cs-statement/es/
[2] https://www.ihan.es/
El embarazo lejos de casa no fue siempre fácil. Nuestra familia y amigos no pudieron ver a Luciana crecer dentro de mí, ni sentir sus patadotas, ni tocar mi panza. Tampoco tuve los cariños de mis papás cerca, ni sus cuidados cuando más lo necesitamos. Sin embargo, no me sentí sola. Abdiel y yo aprendimos juntos de cada cambio y nueva etapa. Leímos y hablamos, hablamos e investigamos. Pudimos vivir nuestra propia experiencia y “hacernos bolas” solitos. Tuvimos mucho tiempo para soñar, hablar y pensar cómo hacerle frente a los desafíos. También fuimos bendecidos por un sistema de salud que le apuesta a un embarazo y un parto con las menos intervenciones médicas posibles. Pudimos tener una doula que nos acompañó antes, durante y después del parto. En ningún momento tuvimos que luchar por un parto natural o limitar las intervenciones médicas. Se nos animó a escribir un plan de parto ideal y durante el actual, la enfermera conocía bien todos nuestros deseos y nos los recordó.
En el tiempo de embarazo fui más consciente de las políticas y prácticas alrededor de los embarazos en diferentes culturas y países. Me resultó fascinante. Leí y escuché las experiencias de amigas cercanas y de mujeres desconocidas, lo cual fue muy formativo e informativo en el proceso. Yo tenía algunas ideas sobre lo que quería durante el parto, las platiqué con Abdiel, nuestro doctor familiar y la doula. Di muchas gracias a Dios porque en otros lugares, mis decisiones no hubiesen sido respetadas ni tampoco hubiera recibido la información y preparación para un parto lo “más natural posible”. Incluso, ya nacida Luciana, pude escuchar a mi mamá recordar su experiencia de parto conmigo (revivida al tener a su nieta en brazos) y también a mi suegra contar su propia experiencia de 3 partos naturales. Aprendí mucho. Sigo aprendiendo.
El embarazo no es una enfermedad y no debe ser tratado como tal y el parto es un proceso natural para el cual nuestro cuerpo está preparado. Gracias a Dios la medicina a avanzado lo suficiente evitando la muerte de muchas mujeres con complicaciones durante el alumbramiento y para salvar la vida de los bebés. No obstante, también hay un abuso y una lucha política que se combate con el cuerpo de las mujeres, en nuestros cuerpos. En México, las cesáreas se practican indiscriminadamente y la episiotomía sigue como una práctica en muchos hospitales. A los bebés se les ofrece formula al nacer, muchos papás no pueden estar presentes durante el parto. Los bebés son llevados justo al nacer para que los revisen y los bañen. Mucho de esto se hace en detrimento de la mamá y el bebé, y en contra de las recomendaciones de la OMS y UNICEF. [1][2] En Canadá el sistema no es perfecto, pero fue muy bueno para mi experiencia durante el embarazo y el parto. Se respetaron mis decisiones y cuando pedí que me administraran la epidural (después de 36 horas de labor de parto) me recordaron que mi deseo era no recurrir a la anestesia. Aun así la pedí y gracias a ello pude descansar por una hora y después de ese descanso, tener la fuerza suficiente para sacar a Luciana en muy poco tiempo.
Mi embarazo fue de bajo riesgo. La fuente se rompió y entré en labor de parto 3 horas después. Abdiel y yo cocinamos, caminamos, descansamos lo más posible, tomé un baño caliente y Abdiel contó mis contracciones. Todo esto sucedió en casa, por casi 30 horas. Cuando nos llevaron al hospital, yo ya estaba en 4cm de dilatación. En cuanto nos subieron a nuestro cuarto, entré en la tina y estuve ahí por 3 horas, siendo ayudada por Abdiel, la doula y la enfermera. Resistí y recibí las contracciones. Recordé las palabras de la instructora del curso prenatal, del parto como un duelo. Una muerte a una parte de mí misma, para dar a luz una vida. El paso no fue sin dolor y sufrimiento. Después de 3 horas en la tina me sentía exhausta y ya no podía con el dolor. El recurso de la anestesia fue un regalo, y cómo escribí en líneas anteriores, Luciana nació en menos de 2 horas después de que me administraran la epidural. Ella nació sana y en cuanto salió de mí la colocaron en mi abdomen, dejaron que su cordón dejara de latir y Abdiel lo cortó. Esperamos casi 2 horas para que Luciana escalara hasta mi pecho y comiera por primera vez. En ningún momento la perdí de vista y Abdiel estuvo siempre a nuestro lado. Luciana pasó sus primeras horas en mi pecho y en el de su papá, haciendo contacto piel con piel. Fue muy especial.
La historia después de nuestra salida del hospital (36 horas después del nacimiento de Luciana) es otra historia. Papás primerizos, sin experiencia, con muchas teorías y lecturas, pero poca idea de lo que es un recién nacido… Pero sí, el parto fue un duelo y una celebración. El embarazo fue un proceso, un peregrinaje (del cual he escrito más aquí ) y una invitación a escuchar historias, cuestionar políticas y reflexionar prácticas. Tengo más que decir, que leer, pensar y escuchar… Pero ahora, corro al escuchar que mi hija está despertando, lista para comer…
[1] http://www.who.int/reproductivehealth/publications/maternal_perinatal_health/cs-statement/es/
[2] https://www.ihan.es/
Gracias por tu historia, por su historia, por el regalo de la vida en Luciana, abrazos desde Guatemala.
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