En medio de posturas “cristianas” tan extremistas sobre temas de política, aborto, migración y otros asuntos, me sigo preguntando sobre las maneras en qué podemos responder sin agredir, sin violentar, sin ser tan soberbios o sabelotodos creyendo poseer la verdad. Yo misma caigo fácilmente en esa tentación y necesito recordar que el Dios a quien conozco y bajo el cual se izan muchas banderas, se nos reveló principalmente por medio de historias (y de una Gran Historia) y que esas historias nos previenen de asumir posturas o hacer declaraciones inmisericordes y rígidas. Dios se reveló en una persona y gracias a eso, la verdad no es una serie de preceptos o abstracciones las cuales podemos controlar o poseer, sino una persona, la cual está llena de misterio, de amor, juicio justo y más misericordia de la que probablemente nosotros logremos asimilar.
Considero que una carencia profunda en la educación teológica, desde la infancia, es enseñar a los niños, adolescentes y adultos quién es Dios, por medio de preceptos cerrados, como su “omnisciencia, omnipresencia, omnipotencia, inmutabilidad” y otras varias abstracciones más. Este tipo de conceptos provienen de los intentos por esquematizar la teología, pero que responder a desafíos específicos, como fue la filosofía griega en su momento. Ahora, los Padres de la Iglesia de los primeros siglos de la era cristiana no son los culpables de nuestras radicalizaciones, pues ellos hicieron su trabajo para el dialogo con la filosofía del momento. A nosotros nos toca nuestro trabajo, para permitir que el evangelio sea buena noticia para todos, en especial para los más vulnerables, los pobres y los migrantes.
Tal vez, y solo tal vez, si nos detuviéramos a escuchar las diferentes historias de Jesús en los Evangelios y observáramos con atención sus palabras, sus historias y la manera en que esquivaba a los maestros y otra gente en autoridad, podríamos observar sus acciones solidarias, de resistencia y llenas de amor. Puede que nos sorprendamos con la manera en que Jesús mismo evita que otros lo clasifiquen o lo definan. Él mismo permite que la gente piense y dialoga, no se impone. Cuando denuncia, lo hace a quienes tienen poder y autoridad y la usan para oprimir en nombre de Dios. No puedo imaginar a Dios condenando a una familia que rompe las leyes del imperio al huir de la violencia en su ciudad, tampoco lo imagino condenando al infierno a una mujer pobre, abusada y en situación de cuasi-esclavitud que cree que no tiene otra opción más que abortar al bebé que ama, ni tampoco lo imagino condenando al que roba por comida… (ojo, tampoco creo que él esté de acuerdo o afirme los sucesos) Al menos en las historias de los evangelios, Jesús se pronuncia a favor de la vida y acompaña a quienes sufren, sin juzgarlos y desafía las leyes y reglas cuándo éstas no cumplen con el propósito de buscar el bien común.
De lo más fascinante e incontenible de Jesús y de la Biblia misma, es como por medio de las historias reveladas, se nos permite entrar y ser un/a participante/a más en la acción. En muchas ocasiones las historias no emiten juicios éticos, pero exploran la manera en que Dios se hace presente en medio del caos humano. Pareciera que éstas historias y la Gran Historia de Dios revelada en las Escrituras, son un antídoto para nuestros esfuerzos y empeño por conceptualizar, abstraer y controlar a Dios. El conocer a Jesús por medio de estas historias se vuelve también un asunto de relacionamiento directo con Dios y con otrxs, previniendo los adoctrinamientos que muchas instituciones buscan. Contar historias nos enseña a escuchar y aceptar otras interpretaciones. No significa que no existe la verdad o que todo sea relativo, no estamos hablando de eso. Lo que creo nos sugiere es una actitud de humildad y de entrada participativa y respetuosa en la Historia de Dios, así como en las historias de otros y otras creados a Su imagen. Dios nos ayude a que así sea.
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