Cada martes tomo un tiempo para estar a solas con Dios, para venir y ver el mar, escuchar las olas, escuchar mi propio corazón, escribir un poco y también meditar en la Palabra de Dios. Cada semana es una tentación constante por querer hacer, es decir, por buscar algo en que ocuparme, por querer responder correos, o por sentirme útil. Cada martes lucho por que se quede así, sin ninguna ocupación, con la oportunidad de despertar tarde, con el espacio para desayunar con mi familia y de planear un tiempo devocional juntos. Existe en mi esa compulsión por hacer, por creer que el descanso y la recreación son una pérdida de tiempo. Y lo que me doy cuenta es que cuando me detengo, cuando dejo de hacer, también veo la necesidad de que mi corazón calle, que deje de pensar, planear, anhelar y querer siempre responder.
Cada martes me puedo ver como soy, cuando me paro a la orilla del malecón, frente a la playa me doy cuenta de lo pequeña que soy, de mi dependencia de Dios, de mi llamado que sólo de él proviene y de mi necesidad constante de recordar quien soy por gracia. Hoy cargué con la computadora, para poder escribir sobre esto, para confesar que hay veces que me cuesta trabajo acallar mi corazón y escuchar. Pero cada vez que lo hago reconozco la presencia de Dios en el mundo y en mi vida, en medio de la quietud, así como se hace presente en medio de las tormentas. Cada martes puedo recordar lo que el Creador ha hecho, cómo ha dispuesto la vida, la comunidad y las buenas obras por las cuales podemos andar.
Este martes, como seguido pasa, el agradecimiento inunda, junto con los anhelos para la vida. El agradecimiento por ver vidas que descubren al Dios verdadero en Jesús y que sus vidas cambian cuando la Palabra renuevas sus mentes. Este martes hay gozo cuando pienso en la familia que Dios ha formado alrededor mio, aquellos que nos une la sangre y los que nos une mucho más eso. Este martes mis preguntas se esconden detrás de la imagen de un Dios que reina soberano en el mundo, pero que aún así, en sus brazos toma al que le ama y lo invita a confiar....
Cada martes me puedo ver como soy, cuando me paro a la orilla del malecón, frente a la playa me doy cuenta de lo pequeña que soy, de mi dependencia de Dios, de mi llamado que sólo de él proviene y de mi necesidad constante de recordar quien soy por gracia. Hoy cargué con la computadora, para poder escribir sobre esto, para confesar que hay veces que me cuesta trabajo acallar mi corazón y escuchar. Pero cada vez que lo hago reconozco la presencia de Dios en el mundo y en mi vida, en medio de la quietud, así como se hace presente en medio de las tormentas. Cada martes puedo recordar lo que el Creador ha hecho, cómo ha dispuesto la vida, la comunidad y las buenas obras por las cuales podemos andar.
Este martes, como seguido pasa, el agradecimiento inunda, junto con los anhelos para la vida. El agradecimiento por ver vidas que descubren al Dios verdadero en Jesús y que sus vidas cambian cuando la Palabra renuevas sus mentes. Este martes hay gozo cuando pienso en la familia que Dios ha formado alrededor mio, aquellos que nos une la sangre y los que nos une mucho más eso. Este martes mis preguntas se esconden detrás de la imagen de un Dios que reina soberano en el mundo, pero que aún así, en sus brazos toma al que le ama y lo invita a confiar....
Comentarios
Publicar un comentario