Me resulta imposible pensar que en una simple publicación pueda expresar lo que significa estar de nuevo en Oaxaca, habiendo pasado por los preparativos para un campa nacional, un viaje que recorrió medio país, el campa con todo su trabajo y bendición, una celebración de boda, un tiempo con amigas, un cumpleaños y ahora de nuevo en la tierra de los huajes.
Tal vez, en medio de todo esto, el espacio se abra para una meditación más del corazón, que lleva al silencio, y que no me conduce a la actividad y el movimiento. Ayer, en medio del cansancio y otros elementos sumados a él, llegué a un punto, un poco triste, donde mi corazón asomó su parte desagradable. De esos momentos no muy felices, donde sólo la gracia de Dios y su misercordia nueva me dieron esperanza para continuar y no quedarme en el reconocimiento del egoísmo de mi propia vida. Y es porque las circunstancias no fueron las culpables de mi reacción, sino el sólo indicador de lo que aún soy y necesita de la transformación de Dios.
Después de un tiempo de lágrimas derramadas y el sentir de arrepentimiento, el susurro apacible y la voz firme de Dios fue clara. Era reconocer la realidad del pecado, pero sin que fuera la última palabra; pedir perdón, cambiar la actitud, buscar a Dios y reconocer su Gracia maravillosa en mi vida y alrededor de ella. Fue considerar y vivir el verdadero motivo de mi gozo para la vida, así como pensar en el costo de servir al Dios que lo entregó todo por salvarnos, que sufrió hasta la muerte, que sirvió en su vida y nos dejó ejemplo.
Como ilustración, repasando el día de ayer, Dios me llevó a pensar el sacrificio, que sí bien no es la muestra más grande para entenderlo, es al menos un ejemplo de las implicaciones que tiene el servir cuando la debilidad propia es más latente para uno, cuando el sentir es contrario, cuando el cansancio sobrecoge y cuando el ánimo decae. Fue un dato de Dios para mi, ver cómo en medio de todo ello, Él es y sigue siendo el Dios de gracia. Como el sacrificio no resulta la forma en que yo busco llegar a Dios, sino la consecuencia lógica en mi vida al reconocer el amor de Aquél que todo lo dio por mi y por muchos más.
El día de hoy, una llamada breve me recordó el regalo del evangelio, que en otras palabras ya he expresado. Ese ha sido mi mejor regalo, el evangelio de Jesús, la buena noticia de la Gracia de Dios para la humanidad y la oportunidad/privilegio que tengo de ser su heraldo. Mensajera en vida de una noticia que ha transformado mi caminar y conozco personalmente, en su dimensión social y cósmica. La noticia más importante para la humanidad, que no la llevan ángeles, sino personas sencillas, imperfectas, vasos de barro -usando las palabras del apostol Pablo- para que el poder de Dios se manifieste...
Por mientras, le seguimos en Oaxaca. Disfrutando el regalo de Dios: la dádiva al comer, ver, sentir, escuchar y reconocer lo bueno de la creación.
Tal vez, en medio de todo esto, el espacio se abra para una meditación más del corazón, que lleva al silencio, y que no me conduce a la actividad y el movimiento. Ayer, en medio del cansancio y otros elementos sumados a él, llegué a un punto, un poco triste, donde mi corazón asomó su parte desagradable. De esos momentos no muy felices, donde sólo la gracia de Dios y su misercordia nueva me dieron esperanza para continuar y no quedarme en el reconocimiento del egoísmo de mi propia vida. Y es porque las circunstancias no fueron las culpables de mi reacción, sino el sólo indicador de lo que aún soy y necesita de la transformación de Dios.
Después de un tiempo de lágrimas derramadas y el sentir de arrepentimiento, el susurro apacible y la voz firme de Dios fue clara. Era reconocer la realidad del pecado, pero sin que fuera la última palabra; pedir perdón, cambiar la actitud, buscar a Dios y reconocer su Gracia maravillosa en mi vida y alrededor de ella. Fue considerar y vivir el verdadero motivo de mi gozo para la vida, así como pensar en el costo de servir al Dios que lo entregó todo por salvarnos, que sufrió hasta la muerte, que sirvió en su vida y nos dejó ejemplo.
Como ilustración, repasando el día de ayer, Dios me llevó a pensar el sacrificio, que sí bien no es la muestra más grande para entenderlo, es al menos un ejemplo de las implicaciones que tiene el servir cuando la debilidad propia es más latente para uno, cuando el sentir es contrario, cuando el cansancio sobrecoge y cuando el ánimo decae. Fue un dato de Dios para mi, ver cómo en medio de todo ello, Él es y sigue siendo el Dios de gracia. Como el sacrificio no resulta la forma en que yo busco llegar a Dios, sino la consecuencia lógica en mi vida al reconocer el amor de Aquél que todo lo dio por mi y por muchos más.
El día de hoy, una llamada breve me recordó el regalo del evangelio, que en otras palabras ya he expresado. Ese ha sido mi mejor regalo, el evangelio de Jesús, la buena noticia de la Gracia de Dios para la humanidad y la oportunidad/privilegio que tengo de ser su heraldo. Mensajera en vida de una noticia que ha transformado mi caminar y conozco personalmente, en su dimensión social y cósmica. La noticia más importante para la humanidad, que no la llevan ángeles, sino personas sencillas, imperfectas, vasos de barro -usando las palabras del apostol Pablo- para que el poder de Dios se manifieste...
Por mientras, le seguimos en Oaxaca. Disfrutando el regalo de Dios: la dádiva al comer, ver, sentir, escuchar y reconocer lo bueno de la creación.
Me pusiste a pensar en la frase:
ResponderEliminar"las implicaciones que tiene el servir cuando la debilidad propia es más latente para uno"
y es que su poder se perfecciona en nuestra debilidad, y recuerdo también lo que Linsay habló de Timoteo y las personas que Dios usa, enfermizo, joven, introvertido...
entonces vuelvo a pensar: ¿Porque yo no?
Ánimo amiga, aun te quiero con tus debilidades y Dios también!