Para ti, que en
no sé qué momento exacto empecé a amar como nunca imaginé, y que supongo que no
fue un momento, sino un caminar juntos los últimos 8 años de nuestras vidas.
La vida cambia de
pronto, su rumbo es inesperado, y nos enseña que nuestra fragilidad es evidente
y muchas veces desconcertante. Lo hemos hablado y orado tanto, que no me
sorprende vivirlo, pero tampoco es fácil su experiencia. No esperaba recibir malas
noticias al viajar, de un accidente automovilístico, sentir la distancia con dolor y la
preocupación por ti y por nuestro querido amigo quien te acompañaba en el auto.
No supe cómo reaccionar, qué pensar, qué decir, sólo quería estar contigo,
abrazarte y supieras cuánto te amo, cómo agradezco a Dios por tu vida y la
constancia con la que elevo mis palabras a Dios por quien eres y lo que vas siendo,
en manos de nuestro Dios.
Bien dijiste hace
algunos días, que la distancia nos “curte”, va fortaleciendo este amor y
compromiso, el cual también se enreda de bella manera con un compromiso mayor
con Aquél que nos llamó. No me había dolido tanto la distancia, creo que por
eso me vine a escribirte, para acortarla, para hacer algo más que orar, pensarte
y amarte en silencio. Quiero estar contigo, aun sabiendo que estas distancias
serán constantes, prefiero estar contigo así, sabiendo el costo. Prefiero ser
contigo, aun cuando eso venza día a día mi miedo a amar, sufrir y extrañar…
Abdiel, Dios nos
ha cuidado de manera impresionante. Estando acá, en otra ciudad paralela a la
nuestra, me supe amada, afirmada y cuidada por Dios aún en medio de la
incertidumbre. Sé que tu experiencia fue igual. La velada de oración a la que
te dirigías con nuestro amigo, fue un oasis de consuelo, refugio, descanso y
comunidad. Somos parte de una comunidad maravillosa, que aún en sus
imperfecciones, reflejan la gloria de nuestro Dios. No pido más…
Después que hablé
contigo, después de llorar acá, me quedé pensando lo limitada que soy, en lo mal
que se siente, pero en lo bueno que es Dios al no esperar que yo resuelva las
cosas, ni tú tampoco, sino su ánimo para que confiemos. Nos ha enseñado a orar
en los salmos, los benditos salmos con los que muchas veces no nos
identificamos, pero de pronto cobran sentido… Supongo que seguiremos
aprendiendo, seguiremos caminando hasta que Dios quiera que todo esto sea
plenamente renovado, continuaremos sufriendo y amando, llorando y riendo,
recordando y llevando vida a otros.
Y mientras que
estoy acá, te escribo, te pienso, agradezco, clamo al Juez justo e intento
descansar en nuestro Dios que nos toma en sus brazos, como una mamá lo hace con
su bebé.
Te ama,
Alejandra
PD. Coincido con lo que escribiste, "No sabemos estar solos"
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