Después de 3 días en casa, quiero compartir un poco de lo aprendido en estas últimas 3 semanas de viaje (principalmente en Chihuahua y Sinaloa).
- Somos llamados a hacer misión en comunidad. Estoy agradecida por mi compañera en este viaje, quien es amiga y colega en la misión. Y también por aquél que es mi compañero de caminar, estemos cerca o lejos.
- El cansancio es real, y es importante buscar espacios para orar, apartarse, disfrutar, reir, platicar, llorar.
- Dios está trabajando antes, durante y después en cada lugar visitado. Es muy emocionante ser parte o espectadora de un poco de todo lo que Él hace.
- Soy más frágil de lo que pienso. Entre la fragilidad física ante los cambios bruscos de temperatura y los constantes imprevistos, es evidente que soy vulnerable y muchas veces tengo menos fuerzas, salud y ánimo del que quisiera.
- Al dar, recibo de otros. Cada vez que alguien me da las gracias por algo que dije o hice, solo pienso que yo soy mucho más bendecida al ver a Dios en la vida de las personas o en las circunstancias orquestadas por Él.
- Las prioridades no cambian. Las personas siguen siendo lo más importante, las que se quedan en casa y las que conozco en el camino.
- No tengo el control, y debo aprender a descansar en Dios, aún en medio del dolor y la incertidumbre.
- Es bueno planear de antemano: pensar el tiempo para estudiar, estar con gente, preparar materiales y dosificar los tiempos. Pero aún con todo esto, requerimos flexibilidad.
No cabe duda que el desafío es y será seguir siguiendo a Jesús aún cuando las exigencias de la vida aumentan. En este viaje fue muy claro que la vocación tiene un costo y las cosas no son fáciles, PERO la historia de Jesús, enmarcada en la Gran Narrativa del Dios que redime, me cautivó y me invita a poner la vida por razón de Su reino... Aquí vamos...
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