Ahora me doy
cuenta que esto no es imaginación mía, los estudiantes con quienes comparto la
vida en diferentes partes del país lo confirman. Sabemos que existió Jesús,
asumimos que conocemos a Jesús, hablamos en su nombre, pero su Historia está
lejos de nosotros. ¿Cómo fue? ¿Qué hizo? ¿Qué dijo a qué personas? ¿Cómo se
condujo, qué enseñó? Recordamos algunas de sus historias, pero muchas están
vaciadas de contexto y humanidad.
Estoy muy
sorprendida de articular esta realidad que corresponde a una buena parte de la
iglesia evangélica en México. Estoy consciente de esto desde hace tiempo, pero
me resulta cada vez más alarmante. Mi experiencia universitaria fue un
re-descubrir a Jesús y desde entonces no me canso de considerar la forma en que
muchos problemas y carencias de nuestras
iglesias son resultado de ignorar la vida, obra, muerte y resurrección de
Jesús, en su contexto histórico y sus implicaciones para el día de hoy.
Jesús parece tan
lejano de muchos. En la iglesia, los jóvenes y adultos logran articular frases teológicas
que resumen verdades bíblicas, pero no recuerdan las historias que dieron vida
a estas frases. A los niños les enseñan historias bíblicas con enseñanzas
morales, pero muchos tampoco conocen a Jesús. ¿Qué nos pasó? Si él es tan fascinante, maravilloso e
impredecible, ¿por qué lo encajonamos y lo encarcelamos en nuestras
definiciones, atándolo a lo que podemos manejar y domesticar? ¡Tal vez por eso
muchos no quieren saber nada del Cristianismo!
No sabemos contar
la mejor Historia existente y hemos perdido de vista que Dios es el narrador
por excelencia. Inventó la mejor, su Gran Narrativa, y en medio de su Historia,
tejió muchas otras. Es un Dios que irrumpió encarnándose y se hace presente ahora
por medio de personas que le siguen. No hemos aprendido de Jesús mismo quien
contó historias que apelan a nuestra humanidad, que nos insertan en Su narrativa
y mueven a una respuesta. Este Jesús
demuestra el significado de ser human@ plen@. Recordando a Ernesto Sábato en su
libro Antes del Fin, él habla de la valentía necesaria para tomar al mundo como
tarea propia y luchar por recuperar la humanidad perdida; en mi interpretación,
su llamado refiere a Jesús mismo, como ejemplo de humanidad y combate por ella
hasta la muerte. ¿Dónde están esos hombres y mujeres?
En los viajes y
en la casa me he topado con tristeza la ignorancia del Jesús bíblico, del Dios
crucificado, el Siervo Sufriente y el Amigo de pecadores y prostitutas. Lo
hemos olvidado, nosotros que llevamos su “apellido” y apelamos a su causa, nos
hemos entronizado en una espiritualidad vacía de vida, desconectada del mundo y
sin relevancia. Hemos resultado más espirituales que Jesús, y los que buscan
respuesta en nuestros templos se retiran tristes o compran productos de consumo
que solo satisfacen necesidades temporales. Pero, ¿qué historias les contaría
Jesús a los líderes religiosos de hoy para confrontarlos? ¿Qué parábolas contaría
a sus seguidores para animarlos y desafiarlos a creer? ¿Qué historias
escenificaría y contaría a los estudiantes reunidos en las grandes plazas
universitarias? ¿Cómo se acercaría con los migrantes que piden pan en nuestras
ciudades?
De nuevo la
invitación para mí, para ti, para todos: ¿Quién es Jesús?
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