¿Cuántas veces no hemos escuchado a alguien decir -si es que nosotros mismos no lo hemos declarado- que la Biblia es un manual para la vida?
Pues creo que no lo es. Si pensamos en un manual como un pequeño (o gran) libro que nos dice paso a paso cómo vivir bien y obtener el éxito y la felicidad, entonces estamos reduciendo la Biblia a nuestras limitadas expectativas. La Biblia no nos da pasos o puntos claves para que vivamos bien y mejor, ni tampoco es un programa de superación. Si bien podemos encontrar principios que nos dan vida y ayudan a entender nuestra identidad, tampoco podemos reducir la Biblia a nuestras nociones modernas de un libro de ayuda personal.
La Biblia es la historia (que contiene muchos tipos de géneros literarios) de cómo Dios crea, salva, sostiene y lleva a un fin (telos) la historia del mundo. Ni siquiera el contenido del Pentateuco, que contiene una buena cantidad de leyes, debe practicarse tal cual sin considerar su contexto y sus implicaciones a la luz del momento histórico. Como bien hemos considerado en clase la última semana, la Biblia como un libro de Vida requiere ser pensando, entendido contextualmente y después obedecido. Si Dios nos ha dado la facultad de razonar y un libro que nos invita a sumergirnos en sus historias, por la manera en que apela a nuestra voluntad, el propósito de ésto es que lo hagamos.
La Biblia no tiene un índice, ni es clara y simple que responde a cualquier pregunta que le hagamos. Sin embargo, sí es lo suficientemente sencilla que cualquiera puede leer y ser cautivado por sus historias y la gran Historia que allí cuenta sobre un Dios fundamentalmente distinto a los dioses del mundo antiguo, y su relación con un pueblo aparentemente insignificante que Él mismo dio a luz. El Antiguo Testamento, como narrativa hebrea nos requiere pensar, considerar y después nos invita también a confiar. No nos dice cómo hemos de pensar todas las historias individuales, pero si nos provee un marco para comprenderlas e interactuar con ellas.
La cuestión entonces puede plantearse de manera distinta. La Biblia no es un manual para la vida, pero sí es un Libro de Vida. Es la revelación del Dios que en su santidad preserva la vida, en su justicia la defiende y en su amor y bondad la ofrece y se ofrece a sí mismo generosamente. No es un Dios que toma parte con los poderosos por su poder, sino que en su misma esencia averguenza a los poderosos cuando revela que en el centro del universo, quien gobierna es Aquel que se entregó por amor y que paradójicamente, derramó su vida para dar vida.
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