Desde hace 2 semanas estoy tratando de escribir
sobre el lamento, los salmos de lamentación y el sufrimiento. No tengo altas
pretensiones, estoy intentando escribir sobre algo que voy comprendiendo e
integrando poco a poco a mi comprensión sobre la vida. Desde pequeña me hice
preguntas y el ser seguidora de Jesús no las desapareció, al contrario, muchas
cuestiones están más vivas y tienen más relevancia a la luz del Dios en quien
creo y al Jesús a quien sigo. Les dejo algunas de mis reflexiones inacabadas y
de mis esfuerzos por pensar la fe, integrándola a la vida…
El lugar del lamento en la vida y en la misión, para una espiritualidad auténtica
¿Por qué tantos creen que los
cristianos somos irrelevantes o que no tenemos nada que decirle al mundo y su
dolor? ¿Por qué algunos adentro de las iglesias viven una religión desconectada
de la vida cotidiana? ¿Por qué hay tabús tocante a los temas que muestran
nuestras fallas, quebranto y dudas más profundas? Creo que las razones son
muchas, pero parto desde éstas y otras preguntas no articuladas para compartir
lo que voy logrando “integrar” en estos días.
Recuerdo que a los 19 años tuve la desafortunada experiencia del robo de 2
automóviles en el mismo mes. Uno había sido un regalo y otro más, papá y yo lo
compramos rápidamente (en pagos) para reemplazar el que robaron, pero justo a
la semana también se nos fue quitado. Lo más rescatable de toda esa historia
fue darme cuenta que había algo de mi
teología (entiéndase, de mi forma de comprender a Dios) que no me alcanzaba
para explicar este tipo de experiencias. Podría tener alguna respuesta
simplista, pero no, realmente no quise ignorar mis preguntas ni mis quejas, ni conformarme/resignarme.
Quería comprender cómo Dios estaba en medio de todo eso, por qué pasan
injustas, cuál es la mejor forma de responder, cuál es mi papel, etc, etc.
Por supuesto que este incidente a mis 19 años no ha sido el más difícil ni
doloroso en mí vida, pero ejemplifica lo que quiero compartir. Me parece que cuando no somos auténticos en
nuestra fe, y evadimos las preguntas difíciles, los dolores que pesan y todo
aquello que no “encaja” en nuestra teología, entonces creamos un dios a nuestra
imagen y una religión a nuestro antojo. No me sorprende entonces, que algunos,
al encontrarse con nuestros dioses “cristianoides”, les resulte más atractivo hacer su propio Jesús, mientras que
otros nos miran confundidos sin saber qué hacer con tanto dolor, dudas y quejas
para las cuales la iglesia no parece ser el mejor lugar para llevarlas.
PERO (me encantan los peros), en
contraste con nuestras tendencias a huir del dolor, en las Escrituras hay espacio para el lamento, muuucho espacio.
Inclusive, como bien decía un profesor, pareciera que si no nos quejamos y
lamentamos, asumimos la idea de un dios indiferente e incluso una perspectiva
fatalista, que tampoco es una perspectiva bíblica. El lamento puede/debe ser nuestra
respuesta ante la doble realidad de un Dios bueno y una vida compleja y en
ocasiones muy difícil.
La realidad es que muchas veces encontramos “huecos” entre nuestra
experiencia y nuestra teología. Hay cosas que no podemos explicar. En el mundo y en mi propia vida, reconozco
que hay “misterios”, algunos dolorosos, los cuales no puedo asir y resolver.
Quisiera, lo he intentado, pero Dios no me da fórmulas para resolverlos, solo afirma su presencia. Pero si no
damos espacio para que la gente venga como está y abrace su dolor, entonces
seguir a Jesús se vuelve un escape de las cosas “malas” del mundo. Es ahí donde
perdemos mucho de lo que significa ser humano, vivir y habitar el lugar donde Dios
nos ha puesto, y donde él mismo habitó y se encarnó, sufrió, se lamentó y nos
enseñó que el camino a la vida pasa por el sufrimiento.
Los salmos de lamentación y el mismo libro de
Lamentaciones (que están en la Biblia) nos ayudan a “negociar el problema”- en palabras de Ian Provan- y sirven como un testigos
renuentes contra nuestra teología, lo cual no nos deja escapar, ignorar o ser
indiferentes. Nos obligan a profundizar, a habitar en el dolor… pero no es
fácil. Reconozco que mi perspectiva de la vida ha sido negativamente afectada
por el “American way of life”, pero ese camino es muy diferente al Evangelio y
al camino de la vida plena que Dios ofrece. Me recuerdo, les invito, nos
exhorto a una espiritualidad cristiana,
que abraza el todo de la vida, que no reprime emociones, que aprende a navegar
en las complejidades, que se lamenta, duda, que lo hace en comunidad, que
reconoce que Dios reina ya, pero todavía no de manera plena. Que hay
misterios, que no necesitamos respuestas a todo, ni soluciones rápidas, y que
la vida incluye el dolor y Dios lo usa, aun cuando él no sea el autor del mismo.
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