Ya tiene rato que llegó lo demás, pero la oportunidad para escribir (en el blog) al parecer no ha sido prioridad, aunque duela admitirlo. Sin embargo, escribir siempre es parte del ritual de llegada. En esta ocasión fue mi libreta la que registró el cúmulo de sentimientos, planes, ideas y expectivas nuevas y recicladas. Y ante la cancelación de una esperada comida, la oportunidad para sólo escribir, comer algo sabroso, orar lo pensado y escuchar fue providencial. Fue un espacio para escuchar-me, lo cual trajo algo de descanso, no creo que eso lo resuelva todo, pero al menos ya sé con qué llegar ante el que me espera siempre.
He recurrido a él por momentos, aprendiendo a retomar la conversación a lo largo del día, a irle platicando lo sucedido, lo sentido, lo frustrado y lo esperado. A hacerlo compañero de todos los caminos, a invitarlo a todas las comidas y lugares, al cabo que ya recorrió las calles polvorientas y entró en casas de personas con reputación cuestionada. A irlo entendiendo también, conociendo sus reacciones, imitando sus actitudes y viendo con sus ojos y corazón. Eso se aprende poquito a poco, resulta valioso, se camina paso a paso y se vive codo a codo.
Estuvo hoy en el foro sobre la escritura de la historia desde una perspectiva femenina, porque le importa el diálogo sobre el "otro", cómo es representado y luchó por reivindicarlo. También se hizo presente en el círculo de lectura de un texto antiimperialista del siglo primero que habla de su propio paso por el mundo: la narración de su amor extendido a un marginado, a un hombre definido como leproso al cual le regresa la vida. Se arriesga, lo toca, le habla, lo reincorpora a la sociedad, le devuelve amigos, familia, dignidad y le comunica su buena voluntad expresada en hechos. Luego nos siguió en el auto, en la rememoranza de las experiencias universitarias y la misión allí vivida. Yo creo que le gustan las comidas chinas como a mi y a mis amigos, porque siempre nos inspira para hablar de cosas "importantes", de reconocer su presencia y lo que hemos aprendido de su mano y con los tropiezos. No sé bien el cómo, pero allí estuvo, de eso si estoy segura, esa es la invitación que me gustaría que todos aceptaran: a dejar que Jesús camine con ellos...
He recurrido a él por momentos, aprendiendo a retomar la conversación a lo largo del día, a irle platicando lo sucedido, lo sentido, lo frustrado y lo esperado. A hacerlo compañero de todos los caminos, a invitarlo a todas las comidas y lugares, al cabo que ya recorrió las calles polvorientas y entró en casas de personas con reputación cuestionada. A irlo entendiendo también, conociendo sus reacciones, imitando sus actitudes y viendo con sus ojos y corazón. Eso se aprende poquito a poco, resulta valioso, se camina paso a paso y se vive codo a codo.
Estuvo hoy en el foro sobre la escritura de la historia desde una perspectiva femenina, porque le importa el diálogo sobre el "otro", cómo es representado y luchó por reivindicarlo. También se hizo presente en el círculo de lectura de un texto antiimperialista del siglo primero que habla de su propio paso por el mundo: la narración de su amor extendido a un marginado, a un hombre definido como leproso al cual le regresa la vida. Se arriesga, lo toca, le habla, lo reincorpora a la sociedad, le devuelve amigos, familia, dignidad y le comunica su buena voluntad expresada en hechos. Luego nos siguió en el auto, en la rememoranza de las experiencias universitarias y la misión allí vivida. Yo creo que le gustan las comidas chinas como a mi y a mis amigos, porque siempre nos inspira para hablar de cosas "importantes", de reconocer su presencia y lo que hemos aprendido de su mano y con los tropiezos. No sé bien el cómo, pero allí estuvo, de eso si estoy segura, esa es la invitación que me gustaría que todos aceptaran: a dejar que Jesús camine con ellos...
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