... sigo aprendiendo sobre "el ministerio", sobre el servir a otros como una evidencia de mi amor a Dios y al prójimo. Algunos lo llaman vocación, llamado o apostolado, pero sea como sea, aprovecho la oportunidad de detenerme a pensar los últimos años de servicio con personas, la mayoría en el contexto de la Universidad.
En Ensenada (foto tomada del FB de Paty) |
Escuchar es muy dificil, hay resistencias constantes que romper. Sin embargo, no puedo servir sin escuchar al otro. Es trabajo desgastante, pero también humano y de amor. En las últimas dos visitas a Ensenada, me propuse no imponer el modelo de lo que he visto funcionar en el trabajo con universitarios en otras ciudades y contextos, sino aprender de las personas, escuchar, preguntar y ofrecerme. A veces pienso que toda mi capacidad para planear, razonar, elaborar proyectos y explicar la realidad me estorba cuando lo que quiero es amar a otros. Mi compulsión por dar respuestas, por resolver conflictos y por hacer que las cosas "funcionen" no responde siempre al deseo de edificar, sino al de producir, y el costo es alto cuando dejo de ver al otro como sujeto de amor, como persona, digna y también necesitada de relación.
Las últimas conversaciones con Dios y con los que a partir de la Universidad comenzamos a caminar juntos in/con-scientmente -enmarcadas en este "ambiente universitario" reproducido en casas, cafés y otros espacios- me llevan a reflexionar. Me veo muy desafiada a vivir las implicaciones de seguir a Cristo (al de las Escrituras) en un mundo que nos lleva a ver al otro como una amenaza, un producto de consumo, un medio para mis fines, un enemigo, pero casi nunca a alguien igual a mi. Y preguntó (apropiándome de las preguntas de otros): ¿Qué significa hacer ministerio desde el amor al prójimo? Rápidamente respondo. Saberme amada, no usada; acompañada, pero no sofocada; conocida, pero no controlada; escuchada, atendida, tomada en cuenta. No espero que resuelvan mi vida, pero sí, se tomen el tiempo de entender mis necesidades y pongan su vida para construir juntos alternativas, respuestas, puentes y para cerrar brechas.
En Mexicali (foto tomada del muro de Esteban Vázquez) |
En medio de todo esto, el ministerio me está haciendo más humana, me va transformando, pero no me deja sin cicatrices, ni sin dolores. Me doy cuenta que las transformaciones profundas del corazón requieren humildad diaria y dosis de paciencia que piden aún más sabiduría y longanimidad. Lo triste es que escribirlo o "entenderlo" no me hace mejor en lo que hago, sólo me hago consciente y asumo responsabilidad de lo que otras veces he ignorado y de lo que sé que hago mal, pero aún no encuentro como huir de mí misma. Apelo al mismo Cristo de las Escrituras y me doy cuenta que su respuesta no está en palabras rápidas y astutas, sino en actos de amor que lo sangraron, hasta dar la vida de manera que no puedo huir. ¿O recibo su amor o corro muy lejos...?
En Ensenada (foto tomada por Paty Vallejo) |
En todo este proceso/tiempo/espacio me voy encontrando en otros y en Él (que ahora sé que no es él ni ella), voy queriendo vivir más de esta vida, voy pidiéndole a Dios que me ayude a disfrutar lo que viene de Él. Quiero reconocer sus huellas, tener la valentía para seguirlas, no aferrarme a mi comodidad y amar mejor a quienes están cerca. No creo que algun día pueda amarlos a todos, pero sé que si no empiezo por mamá, papá, mi novio, mis amig@s, los estudiantes y l@s herman@s de la iglesia, menos podré amar al de la esquina que come de la basura o a la niña que veo los domingos gritando para que la vean. Quiero amar, pero lloro porque sé que entonces necesito dejarme amar, seguir conociendo al amor, dejándome sanar por El, rindiéndome ante El y cediendo a mis compulsiones para escuchar, amar y servir mejor a quienes Dios ha puesto en el camino, con los que por invitación comparto la Vida.
En San Diego (foto tomada del FB de Melissa Olachea) |
Sigo aprendiendo, que lo importante de servir, son las personas, no las maestrías, ni los tìtulos, ni los reconocimientos, sino las relaciones. Las amistades, el amor, caminar, aprender, reir, llorar y hasta nuestras guerras de cosquillas que expresan amor más allá de lo que podemos decir...
Gracias Ale.
ResponderEliminarEl Camino es para caminarse, y caminar es un proceso: un paso a la vez.
Aunque no estoy caminando lo mismo que tú, sí es similar. Hoy en la mañana me surgió una pregunta terrible: ¿el odio al prójimo es justificable? Digo que es terrible porque la respuesta exige ser sincera al grado de desnudarme para reconocer que no soy mejor que el otro. ¡Estoy igual de necesitada de amor que aquel que me hace sentir molestia y enojo!
Efectivamente, si no nos disponemos a ser amadas inmerecidamente por Jesús, no podemos amar a nadie. ¡Y qué miserables seríamos!
Hola Ada. Gracias por comentar.
ResponderEliminarMientras voy caminando me doy cuenta que la vida es más sencilla y más compleja de lo que pensaba. ¡Vaya contradicción! En sencilla porque Dios es amor, las cosas más importantes no cuestan dinero y lo que necesitamos para la Plenitud está en Él. Pero es muy compleja porque el mundo está de cabeza, mis valores no coinciden con los del Reino y una y otra vez me doy cuenta de cuánto Le necesito a él y a otros para caminar...
Abrazos.