I
Cristo, el de las carnes en gajos abiertas;
Cristo, el de las venas vaciadas en ríos:
estas pobres gentes del siglo están muertas
de una laxitud, de un miedo, de un frío!
A la cabecera de sus lechos eres,
sí te tienen, forma demasiado cruenta,
sin esas blanduras que aman las mujeres
y con esas marcas de vida violenta.
No te escupirían por creerte loco,
no fueran capaces de amarte tampoco
así, con sus ímpetus laxos y marchitos.
Porque como, Lázaro ya hieden, ya hieden,
por no disgregarse, mejor no se mueven.
¡Ni el amor ni el odio les arrancan gritos!
II
Aman la elegancia de gesto y color,
y en la crispadura tuya del madero,
en tu sudar sangre, tu último temblor
y el resplandor cárdeno del Calvario entero.
Les parece que hay exageración
y plebeyo gusto; el que Tú lloraras
y tuvieras sed y tribulación,
no cuaja en sus ojos dos lágrimas claras.
Tienen ojo opaco de infecunda yesca,
sin virtud de llanto, que limpia y refresca;
tienen una boca de suelto botón
mojada en lascivia, ni firme ni roja;
¡y como de fines de otoño, así, floja
e impura, la poma de su corazón!
III
....¡Oh Cristo! un dolor les vuelva a hacer viva
l`alma que les diste y que se ha dormido,
que se la devuelva honda y sensitiva,
casa de amargura, pasión y alarido.
¡Garfios, hierros, zarpas, que sus carnes hiendan
tal como se hienden quemadas gavillas;
llamas que a su gajo caduco se prendan,
llamas de suplicio: argollas, cuchillas!
¡Llanto, llanto de calientes raudales
renueve los ojos de turbios cristales
y les vuelva el viejo fuego del mirar!
¡Retóñalos desde las entrañas, Cristo!
Si ya es imposible, si Tú bien lo has visto,
si son paja de eras... ¡desciende a aventar!
Me fui tres días (dos noches) y Luciana se quedó su papá y con la ayuda de los tatas, el tito, su abue y su tía. Tenemos toda una tribu que nos acompaña. Aún así, viajar sin ella fue UNA DE LAS DECISIONES MÁS DIFÍCILES QUE HE TOMADO. No estoy exagerando, sentí como algo en mí se des-configuraba y hasta dolía. La decisión de viajar me ha costado ver muy adentro de mí misma, mis miedos y mis propias expectativas. La maternidad me ha llevado de la mano para evaluar mi vocación y limitaciones. Toda esta experiencia está provocando algo en lo profundo. Luciana tiene 15 meses, camina, se expresa, habla muchas palabras sueltas y entiende muy bien lo que le decimos, en inglés y en español. Es una niña muy fuerte, sociable y sabe bien lo que quiere, juguetona, gritona y de más observadora. Dejarle por estos días parecía ir contra mi naturaleza. Me cuestionaba mis propios principios y al mismo tiempo se reflejaban miedos y mentiras impuestas. Físicamente era demandante, sacarme leche y tirar...
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