"¿dónde esta tu tesoro? ¿a dónde se dirige tu mirada? ¿qué ambicionas? ¿qué buscas? ¿a quién sirves? ¿qué te preocupa? ¿qué te afana? ¿por qué te angustias? ¿para quién trabajas?"
Se detuvo en una calle transitada, llamó a algunos a que fueran con él al parque, se puso sobre el pequeño kiosko y desde allí comenzó a hablar. Dijo tantas cosas, y algunas que no entendíamos, pero hablaba diferente, no era como un maestro cualquiera. Realmente su mirada era distinta, sus manos tocaban a la gente y podías ver su amor y su autoridad. Nunca fue barco, era bastante duro, pero también bromeaba y nos hacía patinar con sus preguntas. Le daban al clavo, ahí donde más duele y donde prefieres que nadie se meta. Pero tampoco nos hacía sentir mal, de alguna manera lograba captar tu atención y nos decía que eramos valiosos para su Padre y al mismo tiempo, nos decía, que teníamos que cambiar el rumbo de nuestras vidas. Algo así como vivir para amar. Eso sonaba fácil, pero cuando veías las implicaciones, uno sí la pensaba dos veces. Era bonito ver que sanaba gente, pero al enfrentarte a los que se le oponían o saber que querían matarlo daba temor.
Su mensaje iba directo al corazón. Por eso mucha gente no quería escucharlo. No se andaba con rodeos, pero había hecho tantas bondades, perdonado a muchos y se humilló tanto que a la mayoría se les hacía enigmático, y causaba mucho alboroto. Creo que nunca logramos descrifrarlo. Y muchas cosas no las entendimos hasta después de que murió y estuvo entre nosotros. Ahí lo reconocimos partiendo el pan, porque era lo que hacíamos cuando se podía. Nos ibamos al café a platicar, él nos escuchaba y siempre tenía algo que decirnos o enseñarnos. Pero esas palabras nunca las voy al olvidar. Él siempre hablaba de la fe, y ya nos había dicho que lo dejaramos todo para seguirlo, sin embargo uno se sigue preocupando. En esa ocasión nos desafío a confiarle todo. Le daba en la raíz, sobre todo en un mundo donde todo se mueve por intereses, ambición y dinero. Nos dijo que no podemos venderle el alma a las riquezas y decir que somos de Él y también que lo primero que debemos buscar es su autoridad en nosotros y las expresiones de su amor para con otros. Nunca olvido esas palabras, menos ahora que las necesidades se hacen más latentes. Pero ahí está la confianza, esa que no es mágica sino que se aprende a diario y se refuerza platicandolo con él y diciéndole lo que te preocupa...
Después seguimos hablando de otras cosas, también importantes, pero eso que nos dijo, no he querido que se me olvide..."¿dónde esta tu tesoro? ¿a dónde se dirige tu mirada? ¿qué ambicionas? ¿qué buscas? ¿a quién sirves? ¿qué te preocupa? ¿qué te afana? ¿por qué te angustias? ¿para quién trabajas?"
Se detuvo en una calle transitada, llamó a algunos a que fueran con él al parque, se puso sobre el pequeño kiosko y desde allí comenzó a hablar. Dijo tantas cosas, y algunas que no entendíamos, pero hablaba diferente, no era como un maestro cualquiera. Realmente su mirada era distinta, sus manos tocaban a la gente y podías ver su amor y su autoridad. Nunca fue barco, era bastante duro, pero también bromeaba y nos hacía patinar con sus preguntas. Le daban al clavo, ahí donde más duele y donde prefieres que nadie se meta. Pero tampoco nos hacía sentir mal, de alguna manera lograba captar tu atención y nos decía que eramos valiosos para su Padre y al mismo tiempo, nos decía, que teníamos que cambiar el rumbo de nuestras vidas. Algo así como vivir para amar. Eso sonaba fácil, pero cuando veías las implicaciones, uno sí la pensaba dos veces. Era bonito ver que sanaba gente, pero al enfrentarte a los que se le oponían o saber que querían matarlo daba temor.
Su mensaje iba directo al corazón. Por eso mucha gente no quería escucharlo. No se andaba con rodeos, pero había hecho tantas bondades, perdonado a muchos y se humilló tanto que a la mayoría se les hacía enigmático, y causaba mucho alboroto. Creo que nunca logramos descrifrarlo. Y muchas cosas no las entendimos hasta después de que murió y estuvo entre nosotros. Ahí lo reconocimos partiendo el pan, porque era lo que hacíamos cuando se podía. Nos ibamos al café a platicar, él nos escuchaba y siempre tenía algo que decirnos o enseñarnos. Pero esas palabras nunca las voy al olvidar. Él siempre hablaba de la fe, y ya nos había dicho que lo dejaramos todo para seguirlo, sin embargo uno se sigue preocupando. En esa ocasión nos desafío a confiarle todo. Le daba en la raíz, sobre todo en un mundo donde todo se mueve por intereses, ambición y dinero. Nos dijo que no podemos venderle el alma a las riquezas y decir que somos de Él y también que lo primero que debemos buscar es su autoridad en nosotros y las expresiones de su amor para con otros. Nunca olvido esas palabras, menos ahora que las necesidades se hacen más latentes. Pero ahí está la confianza, esa que no es mágica sino que se aprende a diario y se refuerza platicandolo con él y diciéndole lo que te preocupa...
Después seguimos hablando de otras cosas, también importantes, pero eso que nos dijo, no he querido que se me olvide..."¿dónde esta tu tesoro? ¿a dónde se dirige tu mirada? ¿qué ambicionas? ¿qué buscas? ¿a quién sirves? ¿qué te preocupa? ¿qué te afana? ¿por qué te angustias? ¿para quién trabajas?"
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