En un café. Recordamos las historias que nos han constituído y escuché, escuché, disfruté mucho escuchar.
Mi corazón se rompió por momentos, al recordar a los que se quedaron en el camino, los que perdieron la ganas y dejaron sus sueños, a los que se les robó la Vida y simplemente decidieron dejar de luchar. Eso me hizo sentirme pequeña, porque algunos hemos permanecido, pero privilegio y responsabilidad nuestra será ayudar que otros se reincorporen al camino, a vendarles y sostener. Puede que empiece por escuchar y amar en silencio y oración. Llorando y sintiendo profundamente, acompañando.
Hemos crecido. De eso no hay duda y las preguntas también se han multiplicado. Los momentos confusos han dejado su huella y hoy son parte de las historias que contamos y de las cuales otros aprenden. Pero todo pasa tan rápido que perdemos la conciencia de que en lo poco decidido conscientemente constituye ya el mañana al que aspiramos. Nunca son realmente las grandes decisiones las que nos hacen ser; son los pequeños detalles diarios los que nos acercan a la gente, a Dios, a los libros, a amar o a ser indiferentes. Y eso me desafía, porque lo que hoy tengo que decidir y pensar sobre la vida no depende de aplicar o no, de servir o no, de decidir lo grande, sino de ser sensible a lo que he elegido en lo pequeño y a ser fiel en eso que hoy tengo que atender. A darlo todo y sacrificarlo todo en eso poco.
He pensado mucho en mi, eso es una confesión. Tal vez, a partir de hoy, debo considerar más a mi prójimo e interceder más por el que sufre. Ponerme en la brecha, declarar sin pena en quien creo, jugármela todo por todo, no hay nada que perder cuando lo más valioso ya lo tenemos, ¿no? Entonces no habré de tener miedo, pero me aseguraré de caminar contigo, eso es lo único que temo: no darme cuenta de que me he extraviado. Quisiera que los tiempos de café (con las implicaciones de compartir y la intimidad del momento) estuvieran más llenas de realidades transformadas y vaciadas del yo, que tuvieran más de tí y por lo tanto más de quien debo ser.
Gracias por los amig@s y los cafés...
Mi corazón se rompió por momentos, al recordar a los que se quedaron en el camino, los que perdieron la ganas y dejaron sus sueños, a los que se les robó la Vida y simplemente decidieron dejar de luchar. Eso me hizo sentirme pequeña, porque algunos hemos permanecido, pero privilegio y responsabilidad nuestra será ayudar que otros se reincorporen al camino, a vendarles y sostener. Puede que empiece por escuchar y amar en silencio y oración. Llorando y sintiendo profundamente, acompañando.
Hemos crecido. De eso no hay duda y las preguntas también se han multiplicado. Los momentos confusos han dejado su huella y hoy son parte de las historias que contamos y de las cuales otros aprenden. Pero todo pasa tan rápido que perdemos la conciencia de que en lo poco decidido conscientemente constituye ya el mañana al que aspiramos. Nunca son realmente las grandes decisiones las que nos hacen ser; son los pequeños detalles diarios los que nos acercan a la gente, a Dios, a los libros, a amar o a ser indiferentes. Y eso me desafía, porque lo que hoy tengo que decidir y pensar sobre la vida no depende de aplicar o no, de servir o no, de decidir lo grande, sino de ser sensible a lo que he elegido en lo pequeño y a ser fiel en eso que hoy tengo que atender. A darlo todo y sacrificarlo todo en eso poco.
He pensado mucho en mi, eso es una confesión. Tal vez, a partir de hoy, debo considerar más a mi prójimo e interceder más por el que sufre. Ponerme en la brecha, declarar sin pena en quien creo, jugármela todo por todo, no hay nada que perder cuando lo más valioso ya lo tenemos, ¿no? Entonces no habré de tener miedo, pero me aseguraré de caminar contigo, eso es lo único que temo: no darme cuenta de que me he extraviado. Quisiera que los tiempos de café (con las implicaciones de compartir y la intimidad del momento) estuvieran más llenas de realidades transformadas y vaciadas del yo, que tuvieran más de tí y por lo tanto más de quien debo ser.
Gracias por los amig@s y los cafés...
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