Unos pocos minutos después del día de navidad, con la mano derecha literalmente congelada por el frio, y con dificultad para escribir con rapidez...estoy aquí, porque las cosas no fueron como esperé. Me encuentro con mi cabecita llena de ideas, inquietudes y con una agenda pendiente para este año que termina y comienza. Hoy lloré. No es raro, porque en medio de lo mucho alcanzado, llorar es un acto que acompaña mis memorias. El misterio de hacer de mis lágrimas un puente hacía el amigo, que es Eterno acompañante.
Releí uno de mis díarios pasados, creo que es mi favorito. Uno verde que guarda también una carta, un par de fotos y muchos sueños e ideas preguntonas. Lleva tanta ilusión que hasta reí por lo ingenuo. Está cargado de fantasias. Tiene teologías espontaneas de un Dios cercano. Con él lloré porque no me gusta sentir que la vida se me va... Porque un programa de televisión, mis preguntas recicladas del cuaderno, cuestionamientos y sueños desde la infancia, así como este sello que parece tatuado de querer justicia, de anhelar paz y un mundo restaurado no me dejan.
Hace algunas noches no podía dormir. Llevába algunos días en que sólo le hablaba cordialmente, le contaba mi día y leía cosas que ya sabía que él pensaba. Bueno, hasta descubrí una que otra cosa interesante, pero no habiamos llorado, no habiamos intimado al punto de que mis palabras dejaran de ser el adorno para comenzar a decirlo todo con el corazón, la mente y hasta el cuerpo. Me hinqué sobre la cama y ahi lloré. Le hice mil preguntas, le dije mil ideas, le hablé de mil formas de servir al prójimo, de vivir en la reconciliación y la vida por la que él murió... Sé que escuchó mis palabras, sentí sus brazos sobre mí y supe que susurruba a mi oído palabras de consuelo y esperanza. Esa noche dormí sabiendo que el Dios eterno también se interesa por nuestras preguntas y nos acompaña en las noches complicadas.
Pero hoy, hoy fue diferente. Mis preguntas enfocan un tema que considera el hacer, el servir, y el amar en formas tangibles. Y pareciera que el Dios a quien sigo, siempre examina mis pasos y me pone el espejo. Él ha dejado en claro, que quiere que haga, sirva, ame, e incite a otros también, pero eso nunca será suficiente. Si quiero amar, servir y hacer, primero debo reconocer, callar y ser amada. Lo único valioso que otros reciben, será el fruto proveniente de la fuenta cuya agua da vida y nunca se agota. Porque quiero que mi amor sea como el de él, que no me pone a trabajar ansiosamente para ser alguien, sino que me lleva al descanso que otros después cosechan como justicia, misericordia y reconciliación.
Sé que esto no terminará aquí, ni así. Pero debo empezar escuchando. Obedeciendo. Dejándome guiar. Que mis preguntas no dirijan, que sean tus sueños marcando mis pasos, tus palabras la cadencia y el ritmo, y tu presencia el sabor de la vida.
Releí uno de mis díarios pasados, creo que es mi favorito. Uno verde que guarda también una carta, un par de fotos y muchos sueños e ideas preguntonas. Lleva tanta ilusión que hasta reí por lo ingenuo. Está cargado de fantasias. Tiene teologías espontaneas de un Dios cercano. Con él lloré porque no me gusta sentir que la vida se me va... Porque un programa de televisión, mis preguntas recicladas del cuaderno, cuestionamientos y sueños desde la infancia, así como este sello que parece tatuado de querer justicia, de anhelar paz y un mundo restaurado no me dejan.
Hace algunas noches no podía dormir. Llevába algunos días en que sólo le hablaba cordialmente, le contaba mi día y leía cosas que ya sabía que él pensaba. Bueno, hasta descubrí una que otra cosa interesante, pero no habiamos llorado, no habiamos intimado al punto de que mis palabras dejaran de ser el adorno para comenzar a decirlo todo con el corazón, la mente y hasta el cuerpo. Me hinqué sobre la cama y ahi lloré. Le hice mil preguntas, le dije mil ideas, le hablé de mil formas de servir al prójimo, de vivir en la reconciliación y la vida por la que él murió... Sé que escuchó mis palabras, sentí sus brazos sobre mí y supe que susurruba a mi oído palabras de consuelo y esperanza. Esa noche dormí sabiendo que el Dios eterno también se interesa por nuestras preguntas y nos acompaña en las noches complicadas.
Pero hoy, hoy fue diferente. Mis preguntas enfocan un tema que considera el hacer, el servir, y el amar en formas tangibles. Y pareciera que el Dios a quien sigo, siempre examina mis pasos y me pone el espejo. Él ha dejado en claro, que quiere que haga, sirva, ame, e incite a otros también, pero eso nunca será suficiente. Si quiero amar, servir y hacer, primero debo reconocer, callar y ser amada. Lo único valioso que otros reciben, será el fruto proveniente de la fuenta cuya agua da vida y nunca se agota. Porque quiero que mi amor sea como el de él, que no me pone a trabajar ansiosamente para ser alguien, sino que me lleva al descanso que otros después cosechan como justicia, misericordia y reconciliación.
Sé que esto no terminará aquí, ni así. Pero debo empezar escuchando. Obedeciendo. Dejándome guiar. Que mis preguntas no dirijan, que sean tus sueños marcando mis pasos, tus palabras la cadencia y el ritmo, y tu presencia el sabor de la vida.
me gusto mucho esto :D
ResponderEliminarme acorde de los momento que pase con el y hasta se me cayo una lagrima al hacerlo.
Me identifico. Soy un hijo llorón más de Dios :'(
ResponderEliminarGracias por leer y comentar!
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