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Pensando en la iglesia

Pablo, escribiendo a los Corintios pareciera hablarle a las iglesias evangélicas mexicanas. Nos sentimos tan atraídos a las figuras de poder, que se imponen, que muestran su fuerza y juzgamos con ligereza a quienes lideran como siervos y amigos. Pablo tenía las credenciales, pero también era consciente de sus limitaciones, sabía su lugar. Para Pablo, un hombre capaz y con pedigree judío, las limitaciones y el sufrimiento fueron un regalo de Dios para mantenerse humilde y dependiente de Él.

En estos días, al estar haciendo un trabajo para una clase, me di cuenta que una parte de mi frustración y sentimiento de “atascamiento” en mi estudio de la Biblia se lo debo a la iglesia. El poco valor al estudio de la Biblia y a su vivencia práctica y peligrosa me desanima mucho. Honestamente no lo digo desde una posición de superioridad o sintiéndome fuera, sino con sorpresa al reconocer en mí una actitud cada vez mas de resignación y queja.  No quiero eso para mí, ni para la iglesia y creo que parte de mi búsqueda en este tiempo sabático es entender mejor a que me llama el Señor, a crecer en humildad y a ser renovada en mi perspectiva sobre Él mismo, la misión y muchas cosas más.

Tengo muchas preguntas que surgen a partir de lo que escucho y lo que he visto, hay una distancia abismal que pareciera imposible de acercar, y es ahí donde recuerdo que muchas veces me toca ser puente. En este caso, ¿Cómo ser un puente entre una iglesia que se maravilla ante los predicadores carismáticos, que está exageradamente preocupada por la moralidad y que no ama a sus vecinos para caminar hacia una iglesia que viva como “pueblo del Libro” ? Yo misma debo ser confrontada con la realidad de mi corazón, y no me toca ser quien se queja o quien se cansa. Dios le dijo a Jeremías ante sus propias quejas: “Si te cansaste corriendo con las personas, ¿Cómo le harás cuando tengas que correr con los caballos?” Pero levantar las preguntas nunca está mal ni es castigado por Dios, pero eso sí, tenemos que estar preparados para responder y para ser confrontados también.

La otra verdad de este tiempo y lo que es muy claro es que la iglesia son las personas y es imposible generalizar. Yo necesito de la iglesia. Lo mejor que nos ha pasado en estas tres semanas está envuelto en personas, nuevas relaciones y amistades que surgen. Hay imágenes dignas de ilustrar de cómo vamos experimentando a la iglesia por acá:

-Abdiel notó que los hermanos y hermanas canadienses están genuinamente preocupados por conocernos y por saber cómo estamos, dónde vivimos, si Abdiel ya encontró trabajo, etc..

-El domingo pasado visitamos una iglesia menonita evangélica y nos encantó que al final del mensaje se abrió un tiempo para hacer preguntas y/ o comentarios a quien compartió y tener un dialogo. Al final del servicio, comimos todxs juntos y ahí se experimenta el calor de la iglesia.  

-El domingo también subimos una montaña, la más alta en Vancouver y lo hicimos con un nuevo amigo. Mientras subíamos los 3 km, con dificultad y haciendo paradas, íbamos conociendo mejor a David y él a nosotros. Así se construye la iglesia, caminando y mientras vamos juntos hacia la cúspide.


Sigo pensando y orando…

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