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cada cierta época del año o del mes, resurgen estos casi incontrolables deseos de querer "hacer" de "resistir", de "manifestarme" en contra de algo, de unirme a una causa, de ir con los que sufren, de quedarme a vivir en un lugar marginado, de hacer de la Universidad mi casa para siempre, de soñar, de invitar a otros a transformar. En mi caso, Dios no me impulsa a la acción, me lleva a la quietud, me muestra sus formas, me dice quien soy, me muestra su plan y me da su descanso. Pero en esas noches de diálogo de vida con él, surgieron unas pequeñitas palabras que dejé en mi díario, fueron mi manifiesto de resistencia y mi recuerdo constante que Dios mismo no ha dejado de soñar ni de luchar:

No renunciaremos

Al sueño de cambiar al mundo
De quitar a la muerte de cada esquina de los barrios marginales
A la idea de que el amor aún puede resistir al odio
A que la Iglesia se conforme con ser iglesia dentro de sus paredes decoradas
ni a que crean que el dinero es símbolo de bendición
A que nuestros padres puedan soñar con una generación valiente
Hasta que nuestros compañeros miren más allá de su necesidad y se asomen al cerro hacinado
Hasta buscar la reconcialiación étnica, sexual, generacional
En reivindicar al pobre, migrante, al niño, a la mujer...
y en que el homosexual y el "otro" también se mire con dignidad
NO, no renunciaremos
En perdonar al que me hizo daño
En decir a nuestros hijos que un mundo mejor es posible, pero hay que trabajar
Que la Biblia es aún la Palabra de Dios cuando bien se estudia y se vive
En ser profetas, en denunciar, en amar...
NO renunciaré.

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