No tengo palabras que puedan describir el gozo que produce el ver la vida de mis amigos: estudiantes, vecinos o familiares-de quienes he sido parte de su caminar con Jesus- dar pasos firmes, verlos confrontados con la Palabra, descubriendo sus dones, sirviendo a otros, derramando lágrimas de arrepentimiento y también poniendo sus vidas por Aquél que los llamó.
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En esta parte del relato de Lucas, vemos a Pedro y a Juan, valientes y osados ante toda la élite religiosa y política de los judios, los mismos que habían crucificado a Jesús. Y estos dos hombres, sin estatus, sin el poder de la intimidación, sin poder político, religioso o judicial, se paran frente a ellos y les anuncian el evangelio. Sólo en Cristo hay salvación, no hay otro más, y agregan diciendo que ellos han desechado, al que Dios hecho la piedra angular... Son palabras fuertes, pero esos líderes religiosos saben que estos hombres comunes y corrientes dicen verdad, lo triste es que no están dispuestos aceptarlo.
Una de las reflexiones a partir del pasaje fue pensar de qué lado estamos, de los que prefieren no perder el estatus o de los que han conocido a Jesús y no pueden dejar de ser testigos de lo que han visto y oído. Aunque eso implique arriesgar sus vidas, desafiar a los poderes de este mundo, perder la buena reputación, ser amenazado, rechazados o perseguidos... Lo lindo fue reconocer que el poder que actuaba en los discipulos era el del Espíritu Santo, quien da testimonio de Cristo. No estaban solos, ellos lo sabían y nosotros también lo pudimos recordar...
*Estoy conciente que Dios está haciendo maravillas en la vida de cada uno de los hombres y mujeres que van al estudio de los miércoles, y aunque no estoy conciente de todo ello, agradezco los destellos que Dios me permite ver y gozarme, como el día de hoy...
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