No tengo palabras que puedan describir el gozo que produce el ver la vida de mis amigos: estudiantes, vecinos o familiares-de quienes he sido parte de su caminar con Jesus- dar pasos firmes, verlos confrontados con la Palabra, descubriendo sus dones, sirviendo a otros, derramando lágrimas de arrepentimiento y también poniendo sus vidas por Aquél que los llamó.
Hoy los escuché orar... No es la primera vez, pero fue muy especial. Son ese grupo de mujeres jóvenes que comenzó hace casi dos años, y que ahora también recibe a varios hombres. Hemos pasado por varios encuentros de Jesús con mujeres, por Ruth, Marcos, el Sermon del Monte y ahora estamos en Hechos. La primera mitad del capítulo 4 nos confrontó a todos.
En esta parte del relato de Lucas, vemos a Pedro y a Juan, valientes y osados ante toda la élite religiosa y política de los judios, los mismos que habían crucificado a Jesús. Y estos dos hombres, sin estatus, sin el poder de la intimidación, sin poder político, religioso o judicial, se paran frente a ellos y les anuncian el evangelio. Sólo en Cristo hay salvación, no hay otro más, y agregan diciendo que ellos han desechado, al que Dios hecho la piedra angular... Son palabras fuertes, pero esos líderes religiosos saben que estos hombres comunes y corrientes dicen verdad, lo triste es que no están dispuestos aceptarlo.
Una de las reflexiones a partir del pasaje fue pensar de qué lado estamos, de los que prefieren no perder el estatus o de los que han conocido a Jesús y no pueden dejar de ser testigos de lo que han visto y oído. Aunque eso implique arriesgar sus vidas, desafiar a los poderes de este mundo, perder la buena reputación, ser amenazado, rechazados o perseguidos... Lo lindo fue reconocer que el poder que actuaba en los discipulos era el del Espíritu Santo, quien da testimonio de Cristo. No estaban solos, ellos lo sabían y nosotros también lo pudimos recordar...
*Estoy conciente que Dios está haciendo maravillas en la vida de cada uno de los hombres y mujeres que van al estudio de los miércoles, y aunque no estoy conciente de todo ello, agradezco los destellos que Dios me permite ver y gozarme, como el día de hoy...
En esta parte del relato de Lucas, vemos a Pedro y a Juan, valientes y osados ante toda la élite religiosa y política de los judios, los mismos que habían crucificado a Jesús. Y estos dos hombres, sin estatus, sin el poder de la intimidación, sin poder político, religioso o judicial, se paran frente a ellos y les anuncian el evangelio. Sólo en Cristo hay salvación, no hay otro más, y agregan diciendo que ellos han desechado, al que Dios hecho la piedra angular... Son palabras fuertes, pero esos líderes religiosos saben que estos hombres comunes y corrientes dicen verdad, lo triste es que no están dispuestos aceptarlo.
Una de las reflexiones a partir del pasaje fue pensar de qué lado estamos, de los que prefieren no perder el estatus o de los que han conocido a Jesús y no pueden dejar de ser testigos de lo que han visto y oído. Aunque eso implique arriesgar sus vidas, desafiar a los poderes de este mundo, perder la buena reputación, ser amenazado, rechazados o perseguidos... Lo lindo fue reconocer que el poder que actuaba en los discipulos era el del Espíritu Santo, quien da testimonio de Cristo. No estaban solos, ellos lo sabían y nosotros también lo pudimos recordar...
*Estoy conciente que Dios está haciendo maravillas en la vida de cada uno de los hombres y mujeres que van al estudio de los miércoles, y aunque no estoy conciente de todo ello, agradezco los destellos que Dios me permite ver y gozarme, como el día de hoy...
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