En estos años de universidad y de vida en ella, han habido muchos factores que han afectado a mi formación y de-construcción como persona. Entre ello han estado amigos invaluables que sin mencionarlos podrán saberse aludidos. Algunos me han acompañado desde que iniciamos El Camino, pero otros han estado en momentos precisos, acompañando con palabras, silencios, oraciones y abrazos, sin tener que "estar" en mi misma ciudad tan siquiera. Muchos los conocí en campamentos o en viajes, con otros profundicé en el msn y otros han caminado codo a codo. Han sido hombres y han sido mujeres, hasta niñ@s y ancian@s, mi padre, mi madre, mi hermano y mis mejores amig@s. Todos han dejado algo y algunas me han despojado de algo. Pero ha sido bueno.
Sin embargo, para mi, el mundo de los libros ha transformado mi entendimiento, casi tanto como los amigos. En alguna ocasión leí que leer era señal de humildad y de honrar al pasado , porque muchas veces encontraríamos sabiduría de otros, experiencias de otros y palabras de otros. Los libros para mi han sido buenos compañeros de diálogo. Muchas veces, cuando viajo, vamos siempre 4: El Eterno, mi libro, mi lapiz y yo...
Antes viajaba con más de 5 libros en la mochila, pero hoy he aprendido que con uno es suficiente, pues siempre traeré más de regreso. Pero bueno, creo que comencé a leer y comprender hasta que tenía 13 años, fue a esa edad que recuerdo haber disfrutado un libro. Entonces mi pasión por leer nació de adolescente. Y desde entonces ha crecido y se ha nutrido de mejores gustos.
En la prepa leía lo de la escuela y siempre algo más. El primer libro "cristiano" fue uno sobre apologética que tenía más de 300 páginas y lo devoré. Junto con él, leí la Biblia de tapa a tapa a mis 15 años, cantidad de cosas no entendí, pero lo necesario para saber que ahí estarían enmarcadas mis grandes preguntas, los grandes misteriosos, los delicados detalles de la existencia y las palabras como amor, justicia, sufrimiento y entrega no volvería a significar lo mismo. Después comencé a darme cuenta que los libros que me llegaban marcaban mis "épocas", siempre eran útiles para lo que vendría; Dios en ellos me proveía argumentos, me daba consuelo y hasta me preparaba para responder preguntas aún sin articular. Muchos libros he dejado sin terminar, pero muchos más he terminado contenta, desafíada, molesta, inconforme, triste o con mil ideas y ganas de escribir para que otros sepan lo que he aprendido.
En la Universidad leía cosas que nunca olvidaré, y otras que ahora ni siquiera recuerdo...pero aquellos y aquellas historiador@s, filósof@s, testig@s de la vida que han dejado huella, son quienes fueron honestos. Quienes han dicho qué ha pasado con el mundo, quienes se atrevieron a denunciar su comodidad, quienes cuestionaron las formas tradicionales, quienes teorizaron sobre el lugar que ocupa quien escribe en la narración, sobre la forma de entender los tiempos, sobre la ética del historiador, sobre el sentido de la historia, de la vida...y que sin querer yo veía a Dios, que muchas lecturas me veía yo....y lo veía a él, asomado, presente, constante...
Hoy descanso un poco de eso, pero leo otras cosas. Estoy leyendo mujeres: poetas, teólogas, sobre María, literatas y a otras que tengo más de cerca y se expresan en blogs. Pero me gusta leernos. He descubierto otro mundo, me de he dado cuenta de algo que mi profe en la uni decía: algo así de que estamos programadas a pensar como hombres, como si nuestras mentes estuvieran "colonizadas"... Pero hay tanto que no puede entenderse así, tanto que le falta a la vida si solo nos quedamos con una visión. Porque desde el cuerpo sentimos y percibimos diferente, porque la manera en que vemos a Jesús es diferente, porque la forma en que nos relacionamos es distinta, también es buena, es complementaria.
En mi vida han habido buenos hombres: mi papá, mi hermano, mis mejores amigos y otros compañeros que me han buscado, reivindicado, pretendido...pero aún así estoy aprendiendo a pensar como mujer, a sentir como tal y creer como tal. A encontrar mi lugar y a reconocer, como en el libro que ultimamente tiene mi atención y emoción cautivas, que las primeras que vieron a Jesús resucitado fueron mujeres! que esa noticia fue primeramente anunciada por ellas! ....y en esa historia, años después, somos mujeres quienes seguimos anunciándolo!, pero la pregunta que me ha dejado pensando es: ¿Será que el evangelio que anunciamos sigue siendo buena noticia para todas las mujeres? ....hay tanto que despojarnos, tantos moldes culturales que transformar, tanto que aprender de Jesús, que no dejó que el sistema del mundo le marcara la pauta para sus relaciones con niños, con mujeres, con los débiles....
Y si hoy yo le sirvo y le amo como mujer, quiero anunciarle a otros y otras buenas noticias! Qué sean buenas de verdad! Qué nos traigan verdadera liberación, paz, gozo, sanidad...que otros conozcan a Jesús, y que lo conozcan también por mujeres libres, con paz, con gozo...que han visto al Cristo resucitado y que su relación con él las ha transformado por siempre. Eso no nos exime del dolor, pero nos permite verlo y comprenderlo diferente, nos hace luchar por lo que vale y sufrir por lo que vale. Nos lleva a terrenos espinosos, donde no nos conformamos con lo que otros dicen sobre nosotras, porque al final, lo que importa es que Jesús también nos creó, se encarnó, entregó y resucitó por nosotras. Y no sólo eso: nos habló, se hizo amigo, nos acompañó, nos reivindicó, sanó, reveló y se manifestó a ellas, de otra época, que bien podemos ser hoy, nosotras.
Sin embargo, para mi, el mundo de los libros ha transformado mi entendimiento, casi tanto como los amigos. En alguna ocasión leí que leer era señal de humildad y de honrar al pasado , porque muchas veces encontraríamos sabiduría de otros, experiencias de otros y palabras de otros. Los libros para mi han sido buenos compañeros de diálogo. Muchas veces, cuando viajo, vamos siempre 4: El Eterno, mi libro, mi lapiz y yo...
Antes viajaba con más de 5 libros en la mochila, pero hoy he aprendido que con uno es suficiente, pues siempre traeré más de regreso. Pero bueno, creo que comencé a leer y comprender hasta que tenía 13 años, fue a esa edad que recuerdo haber disfrutado un libro. Entonces mi pasión por leer nació de adolescente. Y desde entonces ha crecido y se ha nutrido de mejores gustos.
En la prepa leía lo de la escuela y siempre algo más. El primer libro "cristiano" fue uno sobre apologética que tenía más de 300 páginas y lo devoré. Junto con él, leí la Biblia de tapa a tapa a mis 15 años, cantidad de cosas no entendí, pero lo necesario para saber que ahí estarían enmarcadas mis grandes preguntas, los grandes misteriosos, los delicados detalles de la existencia y las palabras como amor, justicia, sufrimiento y entrega no volvería a significar lo mismo. Después comencé a darme cuenta que los libros que me llegaban marcaban mis "épocas", siempre eran útiles para lo que vendría; Dios en ellos me proveía argumentos, me daba consuelo y hasta me preparaba para responder preguntas aún sin articular. Muchos libros he dejado sin terminar, pero muchos más he terminado contenta, desafíada, molesta, inconforme, triste o con mil ideas y ganas de escribir para que otros sepan lo que he aprendido.
En la Universidad leía cosas que nunca olvidaré, y otras que ahora ni siquiera recuerdo...pero aquellos y aquellas historiador@s, filósof@s, testig@s de la vida que han dejado huella, son quienes fueron honestos. Quienes han dicho qué ha pasado con el mundo, quienes se atrevieron a denunciar su comodidad, quienes cuestionaron las formas tradicionales, quienes teorizaron sobre el lugar que ocupa quien escribe en la narración, sobre la forma de entender los tiempos, sobre la ética del historiador, sobre el sentido de la historia, de la vida...y que sin querer yo veía a Dios, que muchas lecturas me veía yo....y lo veía a él, asomado, presente, constante...
Hoy descanso un poco de eso, pero leo otras cosas. Estoy leyendo mujeres: poetas, teólogas, sobre María, literatas y a otras que tengo más de cerca y se expresan en blogs. Pero me gusta leernos. He descubierto otro mundo, me de he dado cuenta de algo que mi profe en la uni decía: algo así de que estamos programadas a pensar como hombres, como si nuestras mentes estuvieran "colonizadas"... Pero hay tanto que no puede entenderse así, tanto que le falta a la vida si solo nos quedamos con una visión. Porque desde el cuerpo sentimos y percibimos diferente, porque la manera en que vemos a Jesús es diferente, porque la forma en que nos relacionamos es distinta, también es buena, es complementaria.
En mi vida han habido buenos hombres: mi papá, mi hermano, mis mejores amigos y otros compañeros que me han buscado, reivindicado, pretendido...pero aún así estoy aprendiendo a pensar como mujer, a sentir como tal y creer como tal. A encontrar mi lugar y a reconocer, como en el libro que ultimamente tiene mi atención y emoción cautivas, que las primeras que vieron a Jesús resucitado fueron mujeres! que esa noticia fue primeramente anunciada por ellas! ....y en esa historia, años después, somos mujeres quienes seguimos anunciándolo!, pero la pregunta que me ha dejado pensando es: ¿Será que el evangelio que anunciamos sigue siendo buena noticia para todas las mujeres? ....hay tanto que despojarnos, tantos moldes culturales que transformar, tanto que aprender de Jesús, que no dejó que el sistema del mundo le marcara la pauta para sus relaciones con niños, con mujeres, con los débiles....
Y si hoy yo le sirvo y le amo como mujer, quiero anunciarle a otros y otras buenas noticias! Qué sean buenas de verdad! Qué nos traigan verdadera liberación, paz, gozo, sanidad...que otros conozcan a Jesús, y que lo conozcan también por mujeres libres, con paz, con gozo...que han visto al Cristo resucitado y que su relación con él las ha transformado por siempre. Eso no nos exime del dolor, pero nos permite verlo y comprenderlo diferente, nos hace luchar por lo que vale y sufrir por lo que vale. Nos lleva a terrenos espinosos, donde no nos conformamos con lo que otros dicen sobre nosotras, porque al final, lo que importa es que Jesús también nos creó, se encarnó, entregó y resucitó por nosotras. Y no sólo eso: nos habló, se hizo amigo, nos acompañó, nos reivindicó, sanó, reveló y se manifestó a ellas, de otra época, que bien podemos ser hoy, nosotras.
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